September 22, 2023

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

Caminemos juntos con Cristo para llevar a otros hacia él

El Papa Francisco ha invitado a toda la Iglesia a reflexionar sobre un tema que resulta decisivo para la vida y la misión de la institución: “Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio.” ¿Qué es este “camino de la sinodalidad” y por qué cree el Santo Padre que es “decisivo” para la vida y la misión de la Iglesia hoy?

El viaje sinodal de tres años, que comenzó en octubre de 2021 y concluirá en octubre de 2024, sigue el camino de renovación de la Iglesia que trazó el Concilio Vaticano II.

“Es un don y una tarea: caminando juntos, y juntos reflexionando sobre el camino recorrido, la Iglesia podrá aprender, a partir de lo que irá experimentando, cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión.”

En su homilía para la apertura del Sínodo en Roma el 9 de octubre de 2021, el Papa Francisco expresó:

“El Sínodo tiene tres palabras clave: comunión, participación y misión. Comunión y misión son términos teológicos que describen el misterio de la Iglesia y que hacemos bien en tener presentes. El Concilio Vaticano II enseñó claramente que la comunión expresa la naturaleza misma de la Iglesia, señalando al mismo tiempo que la Iglesia ha recibido “la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino” (“Lumen Gentium,” #5).

El Santo Padre prosigue y afirma que la Iglesia contempla e imita la vida de la Santísima Trinidad, misterio de comunión y fuente de misión.

A raíz de las reflexiones doctrinales, teológicas y pastorales que formaron parte de la recepción del Concilio Vaticano II, san Pablo VI trató de condensar en esas dos palabras—comunión y misión—“las líneas maestras enunciadas por el concilio.”

Conmemorando la apertura del concilio, Pablo VI afirmó que sus líneas maestras eran en realidad “la comunión, es decir, la cohesión y la plenitud interior, en la gracia, la verdad y la colaboración [...] y la misión, es decir, el compromiso apostólico con el mundo de hoy” (Ángelus del 11 de octubre de 1970), que no es lo mismo que proselitismo (convertir a la gente por la fuerza y no por la persuasión).

Jesús reunió primero a sus discípulos a su alrededor para formarlos como miembros de su cuerpo (la Iglesia), y únicamente entonces los envió como misioneros y evangelizadores. Lo que el Papa Francisco nos está diciendo es que las divisiones entre nosotros, sean estas de carácter político, social o religioso, son un grave impedimento para la misión que se nos encomendó en el bautismo. Para ser misioneros y evangelistas que proclamen el Evangelio de Jesucristo a todas las naciones y pueblos, debemos estar unidos en Cristo.

Según el Papa Francisco, esta idea en cuanto a la importancia de “reunirse” (comunión) y “ser enviado” (misión) nos lleva a la tercera palabra: participación.

Como nos señala el Papa, “Las palabras ‘comunión’ y ‘misión’ pueden correr el riesgo de quedarse en algo abstracto, a menos que cultivemos una práctica eclesial que exprese la concreción de la sinodalidad en cada paso de nuestro camino y actividad, fomentando una implicación real por parte de todos y cada uno.”

La participación es un requisito de la fe recibida en el bautismo. Por ello, el Santo Padre considera que un sínodo resulta más beneficioso cuando se convierte en una expresión viva del “ser Iglesia,” una forma de actuar marcada por la verdadera participación de todos.

Quienes temen que la sinodalidad sea una excusa para introducir cambios fundamentales en la doctrina de la Iglesia no comprenden la idea principal. La sinodalidad tiene que ver principalmente con el compromiso: dar a todos los miembros del cuerpo de Cristo oportunidades de participar en la misión de la Iglesia. Esto requiere que nos reunamos en torno a la Palabra de Dios y los sacramentos. También significa escuchar en oración las esperanzas y los sueños, los miedos y las ansiedades de todos los bautizados, nuestras hermanas y hermanos en Cristo.

El Papa Francisco cree que “una Iglesia sinodal necesita el Espíritu, el aliento siempre nuevo de Dios, que nos libera de toda forma de ensimismamiento, reaviva lo que está moribundo, afloja los grilletes y difunde la alegría. El Espíritu Santo nos guía hacia donde Dios quiere que estemos, no hacia donde nos llevarían nuestras propias ideas y gustos personales.”

El Sumo Pontífice nos invita a que invoquemos al Espíritu Santo y lo escuchemos con humildad, caminando juntos con docilidad y valentía, para que todos puedan participar plenamente en la misión de la Iglesia.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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