June 16, 2023

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

La paz llega a través de la armonía con toda la creación de Dios

“Así como los corazones de los bebés en el vientre materno laten en armonía con los de sus madres, así, para crecer como personas, debemos armonizar nuestros propios ritmos de vida con los de la creación, que nos da la vida” (Papa Francisco, Lac Ste. Anne en Alberta, Canadá, julio de 2022).

Hace casi un año, en julio de 2022, el Papa Francisco visitó Norteamérica para ofrecer una respuesta pastoral a los abusos sufridos por los pueblos indígenas de Canadá a manos de misioneros cristianos, cuyas acciones no representaban en absoluto el Evangelio que les habían enviado a predicar.

El Santo Padre escuchó atentamente a los descendientes de estos nativos canadienses, y les ofreció sus disculpas y su profundo deseo de que tales abusos no vuelvan a repetirse en Canadá ni en ningún otro lugar donde se predique el Evangelio al pueblo de Dios.

Durante su visita a Lac Ste. Anne, un lago canadiense que ha sido lugar de peregrinación para muchas generaciones de indígenas a lo largo de los años, el Papa reflexionó en voz alta:

¡Cuántos corazones han venido aquí con ansioso anhelo, agobiados por las cargas de la vida, y han encontrado en estas aguas consuelo y fuerza para seguir adelante! Aquí, inmersos en la creación, también podemos sentir otro latido: el latido de la Madre Tierra.

Ese latido que el Papa Francisco dice haber sentido mientras estaba “inmerso en la creación” en Lac Ste.Anne, es una imagen que podría haber utilizado el santo patrón del Papa, san Francisco de Asís, quien atribuyó a toda la creación de Dios (Hermano Sol, Hermana Luna, Madre Tierra, etc.) cualidades personales que los identifican como miembros de la única familia de Dios.

Y al igual que san Francisco, el Santo Padre está convencido de que la paz verdadera y duradera únicamente es posible si nosotros, trastornados y divididos por el caos y la enemistad, “armonizamos nuestros propios ritmos de vida con los de la creación”.

Todo el que realmente reconozca la maravilla y la belleza de la creación de Dios debe ver sin duda que el Creador merece ser reverenciado y respetado en su creación y a través de esta. Todo el que quiera vivir en armonía con la voluntad de Dios debe llegar a comprender que abusar de la creación de Dios es una grave ofensa a la ley del amor que rige el universo y el corazón de las personas.

La humanidad es, por supuesto, la cumbre de la creación divina; hecho a imagen y semejanza de Dios, todo ser humano es sagrado e inviolable. La actitud que permite la destrucción del aire que respiramos, el agua que bebemos, la tierra que cultivamos y los recursos naturales que Dios nos ha dado, no para explotarlos, sino para el bien común, es la misma que conduce al abuso de las personas.

En su encíclica “Laudato Si’: Sobre el cuidado de la casa común” el Santo Padre relaciona explícitamente el aborto y otras ofensas contra la vida humana con nuestro comportamiento destructivo hacia el medio ambiente. Una forma de abuso conduce inevitablemente al abuso de todos los demás aspectos de la creación de Dios. Lo que se necesita es reverencia y respeto genuinos por todas las cosas que Dios ha creado por su abundante amor y bondad.

En su mensaje en ocasión de la celebración de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebrará el 1 de septiembre, el Papa Francisco dice:

Durante esta temporada dedicada a la creación, detengámonos en esos latidos: los nuestros y los de nuestras madres y abuelas, el latido de la creación y el latido de Dios. Hoy no laten en armonía; no se armonizan en justicia y paz. A demasiados de nuestros hermanos y hermanas se les impide beber de ese caudaloso río. Prestemos atención a nuestro llamamiento a apoyar a las víctimas de la injusticia medioambiental y climática, y a poner fin a esta guerra sin sentido contra la creación.

El río caudaloso al que se refiere el Papa es, por supuesto, la gracia que brota del corazón de Dios para crear, alimentar y sostener toda vida, ya sea animal, vegetal o mineral. El amor de Dios hace y renueva todas las cosas. Crea ex nihilo (de la nada) y apenas nos pide que seamos administradores responsables que cuiden y compartan todos los dones de Dios.

“Podemos y debemos evitar que ocurra lo peor—dice el Santo Padre—siempre que nos unamos como tantos arroyos, quebradas y riachuelos, fundiéndonos finalmente en un río caudaloso para irrigar la vida de nuestro maravilloso planeta y de nuestra familia humana para las generaciones venideras”.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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