September 22, 2017

Cristo, la piedra angular

Laudato Si’, una encíclica para el siglo XXI

Archbishop Charles C. Thompson

En mi columna de la semana pasada comencé a reflexionar sobre la encíclica del papa Francisco acerca del medioambiente, titulada “Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común.”

En su estilo característico, pero en consonancia con sus predecesores, el papa Francisco nos ofrece un excelente plan para la contemplación y la acción, en respuesta a los desafíos de nuestros tiempos. El Santo Padre escribe con el corazón de un verdadero pastor y la mentalidad de un maestro; no busca dividir sino unir a la humanidad en oración, estudio, reflexión, diálogo y en respuesta a un problema muy serio que afecta a toda la creación. Aunque presenta un desafío, “Laudato Si’ ” expresa, en definitiva, un mensaje de esperanza.

El hilo conductor de esta encíclica es el concepto de la sostenibilidad mediante una ecología integral. En este sentido, el papa Francisco plantea una pregunta para todos: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” (#160)

A lo largo de esta encíclica se entretejen siete principios clave de la doctrina social católica, a saber: la vida y la dignidad de la persona humana; el llamado a vivir en familia, en comunidad y a participar; los derechos y las responsabilidades; opciones para los pobres y los vulnerables; la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores; la solidaridad y el cuidado de la creación de Dios. Desde la perspectiva de la justicia, ninguno de estos aspectos es opcional.

Fiel a la noción de la Iglesia de la relación entre fe y razón, el papa Francisco se fundamenta en los conocimientos de los expertos en diversos campos científicos. El papa no intenta ofrecer soluciones económicas, políticas o biológicas y explica claramente que la función de la Iglesia no es proporcionar soluciones prácticas, sino alentar y orientar en la búsqueda de tales soluciones.

En especial, el papa Francisco destaca la grave situación de los pobres en medio de los desafíos ambientales que se nos presentan. Exhorta a toda la humanidad a tener mentes y corazones abiertos hacia un sentido más profundo de valoración de toda la creación como un don de Dios. Dicha valoración conlleva justamente a un compromiso más profundo con la sencillez, la armonía, la humildad, la solidaridad y, primordialmente, el diálogo.

Puesto que no elude los retos o la crítica, el papa Francisco enfatiza en la necesidad de la conversión individual y de toda la sociedad para entablar una relación más estrecha con Dios, con el prójimo y con la creación como un todo. Para ser auténtica y verdaderamente libres, no podemos excluir ninguna de estas relaciones sin que esto comprometa la propia dignidad e integridad.

Al Santo Padre le preocupa en especial el despilfarro y la destrucción en lo que él denomina la “cultura del despilfarro” que se origina en el egoísmo, la indiferencia, el individualismo excesivo y el consumismo desenfrenado. En especial, señala que los países más industrializados o del primer mundo, como Estados Unidos, deben asumir una responsabilidad mayor de ayudar a los países más pobres a lograr una forma de subsistencia más sostenible.

La explotación excesiva de los recursos de la tierra por parte de los países desarrollados no puede seguir ajena a las penurias que existen en los países en vías de desarrollo. Si bien reconoce sin reparos que el cambio climático y la degradación de los recursos de la tierra no se limitan a una sola causa, el papa Francisco no duda en subrayar el “factor humano” que contribuye a la crisis ambiental que se ha intensificado especialmente en décadas recientes.

Todos, inclusive los más pobres entre los pobres, poseen un derecho inalienable a vivir dignamente, al agua potable, a tener alimento, a empleo, a la atención de salud y a la vivienda. En este sentido y fiel a su espiritualidad jesuita, el Sumo Pontífice exhorta a cada ser humano a realizar a diario un examen de conciencia.

El papa Francisco deja muy en claro que es primordial participar de forma auténtica, sincera e inclusiva en un diálogo continuo. Nadie debe quedar excluido, especialmente los más afectados, por decisiones económicas o políticas en una situación dada. Para que el diálogo sea honesto, justo y provechoso para los involucrados, todos deben participar.

Cuidar adecuadamente a la Madre Tierra, nuestra casa común, exige el compromiso de todos los cristianos de hacer un sacrificio y vivir de forma sencilla. Aplicando los planteamientos de “Laudato Si’ ” a los desafíos de nuestra situación local, podemos comenzar a avanzar al abordar los cuatro aspectos principales para superar el estigma de la pobreza que existe entre nosotros, tal como lo detallan los obispos de Indiana en su carta pastoral titulada “Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana.” Estos aspectos comprenden la vida familiar, el empleo, la educación y la atención de salud. Creados a imagen de Dios, cada uno de nosotros tiene la capacidad de marcar la diferencia.

Tomando como ejemplo la gracia y la inspiración de la unidad de la devota relación de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, las tres personas que conforman un solo Dios, los seres humanos vivimos a plenitud cuando entablamos relaciones positivas con Dios, con el prójimo, con nosotros mismos y con la creación. †

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