October 14, 2016

Alégrense en el Señor

Dar preferencia a los pobres: la verdadera justicia económica

Archbishop Joseph W. Tobin

Los evangelios nos demuestran claramente que Jesús amaba a los pobres. Aunque no se sentía incómodo con personas procedentes de otras clases socioeconómicas (inclusive los más pudientes), Jesús jamás se apartó de los pobres o los marginados. Cuando el papa Francisco nos dice que abandonemos nuestra comodidad y nos dirijamos a la “periferia” para estar entre los marginados económicos o sociales, simplemente nos exhorta a que sigamos el ejemplo de nuestro Señor.

Como católicos y ciudadanos fieles, durante esta temporada electoral debemos elegir candidatos que demuestren “preferencia por los pobres” y cuyas políticas reflejen la verdadera justicia económica. El reto está en elegir funcionarios públicos cuyas acciones en el gobierno protejan realmente la dignidad de la persona humana y promuevan el bien común. No se trata necesariamente de los candidatos que hablen más a menudo acerca de la pobreza y de la injusticia.

Tal como observamos en “Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles,” los obispos de los Estados Unidos respaldan fervientemente la meta de crear “puestos de trabajo para todos aquellos que puedan trabajar, con condiciones laborales decentes y salarios justos” (#73). Respaldamos la libertad económica, la iniciativa y el derecho a la propiedad privada. Las doctrina social católica promueve el derecho de los trabajadores “a elegir si quieren o no organizarse, pertenecer a un sindicato, negociar colectivamente y hacer uso de estos derechos sin ser objeto de represalias. Los trabajadores, dueños, empleadores y sindicatos tienen la correspondiente responsabilidad de trabajar juntos para crear puestos de trabajo decentes, construir una economía más justa y promover el bien común” (#73).

Una economía más justa beneficia a todos, pero resulta especialmente importante para los pobres y la clase media. Es por ello que los obispos apoyamos las legislaciones y las políticas públicas diseñadas para lograr un verdadero crecimiento económico y refrenar las “excesivas desigualdades económicas y sociales” (#73).

Los defensores políticos, tanto de derecha como de izquierda, argumentan que las políticas propuestas son la mejor forma para que la economía prospere y, por consiguiente, para ayudar a los pobres y a la clase media. A lo que nosotros respondemos: “por sus frutos los conoceréis.” Las décadas recientes han sido testigo del fracaso de los dos partidos políticos más importantes que no han podido lograr un cambio real y duradero en las condiciones sociales y económicas. A consecuencia de esto, los pobres son cada vez más pobres y la clase media languidece. Los obispos somos pastores, no economistas ni políticos, pero aborrecemos la brecha cada vez más grande que existe entre los extremadamente ricos por un lado, y los pobres y la clase media por otro. Vemos con nuestros propios ojos el sufrimiento del pueblo cuando la economía se estanca o declina.

No pretendemos saber todas las soluciones prácticas a estos problemas, pero tenemos nuestras propias opiniones acerca de algunos de los asuntos más fundamentales. He aquí algunos ejemplos tomados de “Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles”:
 

  • Las políticas de bienestar social deberían reducir la pobreza y la dependencia, fortalecer la vida familiar y ayudar a las familias a salir de la pobreza mediante puestos de trabajo, preparación laboral y ayuda con el cuidado infantil, el cuidado médico, la vivienda y el transporte (#75).
  • Los grupos de fe merecen ser reconocidos y apoyados, no como substitutos del gobierno, sino como colaboradores que responden eficazmente a los necesitados, especialmente en las comunidades y países más pobres. Las instituciones gubernamentales no deberían requerir a las instituciones católicas que abandonen sus convicciones morales o religiosas para poder participar en los programas de salud o servicios sociales gubernamentales (#76).
  • El Seguro Social debería ofrecer ingresos adecuados, continuados y fiables de una manera equitativa a los trabajadores con salarios bajos y medios y a sus familias cuando los trabajadores se jubilen o estén incapacitados, y para los sobrevivientes cuando el trabajador fallezca (#77).
  • La falta de vivienda segura y accesible requiere un compromiso renovado de incrementar la oferta de viviendas de calidad. La USCCB continúa oponiéndose a la discriminación injusta en el área de la vivienda y apoyando medidas para responder a las necesidades de crédito de las comunidades de bajos ingresos y de minorías (#78).
  • Una de las primeras prioridades en la política agrícola debería ser asegurar alimentos para todos. Nadie debería tener que pasar hambre en una tierra de abundancia. Los granjeros y los trabajadores agrícolas que cultivan, cosechan y procesan los alimentos se merecen un salario justo por su trabajo, con condiciones laborales seguras y justas y con una vivienda adecuada. El cuidado atento del planeta y sus recursos naturales requiere políticas que apoyen la agricultura sostenible como elementos vitales de una política agrícola (#79).

¿Qué haría Jesús si se le presentaran estos u otros problemas similares? Sabemos que daría de comer al hambriento, vestiría al desnudo y sanaría a los enfermos. También sabemos que abogaría por fortalecer a la familia y a la comunidad, y nos exhortaría a que compartiéramos nuestros dones con los pobres y los marginados.

El verdadero reto que se nos presenta es discernir qué candidatos y qué políticas se acercan más a esta verdad esencial adaptada de las enseñanzas de San Juan Pablo II: La economía debe estar en función de los pueblos, no al contrario.

Hoy en día en nuestro país, ¿la economía sirve al pueblo o sucede al contrario?

Esta es la pregunta que debemos plantearnos al prepararnos para votar en el día de las elecciones. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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