July 22, 2016

Alégrense en el Señor

Los hijos son el don más excelso que recibimos del amor

Archbishop Joseph W. Tobin

El papa Francisco es famoso por sus expresiones elocuentes que a menudo pronuncia de forma improvisada en entrevistas con reporteros mientras viaja en avión.

Una de mis favoritas es aquella en la que el Papa declara que los pastores, especialmente los obispos, deben adquirir “el olor a oveja.” Con esto quiere decir que no seamos indiferentes ni temamos “remangarnos la camisa,” sino que nos adentremos en las realidades concretas que vive nuestro pueblo, “el rebaño” que el Señor mismo nos ha confiado.

Otra de las expresiones vívidas del papa es que los matrimonios no tienen que “reproducirse como conejos” sino que pueden—y deben—ser responsables en cuanto a estar abiertos a recibir nuevas vidas. De esta forma el Papa refuta la falsa noción de que los católicos están obligados a tener familias numerosas puesto que la Iglesia se opone a todas las formas de control de la natalidad.

El papa Francisco reafirma el valor de las familias grandes. “Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia—escribe—. En ellas, el amor expresa su fecundidad generosa.” Pero asimismo, también reconoce la “sana advertencia de san Juan Pablo II, cuando explicaba que la paternidad responsable no es procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos tienen de usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable, teniendo en cuenta tanto las realidades sociales y demográficas, como su propia situación y sus deseos legítimos” (“La alegría del amor,” #167).

Por encima de todo, los matrimonios tienen el reto de usar su “libertad inviolable” como guardianes sensatos y responsables del enorme don que han recibido: ¡el privilegio de participar en la generación de nueva vida! (#167).

El papa Francisco es muy directo al repudiar el maltrato a los niños a quienes Dios ama incluso “antes de que lleguen.” Demasiados niños “son rechazados, abandonados, les roban su infancia y su futuro.” Esto resulta rotundamente inaceptable ya que es una contradicción completa y flagrante del plan de Dios. “Alguno se atreve a decir, casi para justificarse, que fue un error hacer que vinieran al mundo. ¡Esto es vergonzoso! ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones de los derechos humanos o de los derechos del niño, si luego castigamos a los niños por los errores de los adultos?” (#166).

No hay nada que justifique el maltrato a un hijo, ya sea que se encuentre todavía en el vientre o que haya nacido al mundo. Ningún niño es un error; ningún niño es un ser indeseado. El papa Francisco deja bien en claro que “cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el momento en que es concebido se cumple el sueño eterno del Creador. Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido” (#168).

Los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible. “Dios que espera con ternura el nacimiento de todo niño, lo acepta sin condiciones y lo acoge gratuitamente” (#170).

¡Qué perspectiva tan maravillosa y contraria a la cultura actual! Es el resultado de comprender que el amor conyugal es esencialmente un amor dador de vida. El amor verdadero nos llena hasta el punto en que se desborda; no puede contenerse y redunda en abundante generosidad.

“Entonces, no es importante si esa nueva vida te servirá o no, si tiene características que te agradan o no, si responde o no a tus proyectos y a tus sueños,” expresa el papa Francisco. “Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o porque es de una o de otra manera; no, porque es hijo. No porque piensa como yo o encarna mis deseos. Un hijo es un hijo” (#170).

Una vez concebido, cada niño tiene el derecho de ser amado y de crecer en un hogar amoroso. “Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y armoniosa” (#172). Demasiados niños se sienten huérfanos, “son rechazados, abandonados, les roban su infancia y su futuro.” Esto es inexcusable y cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de defender los derechos de los niños aquí en el centro y el sur de Indiana y en todo el mundo.

En mi próxima columna reflexionaré sobre lo que dice el papa Francisco acerca de la función única que desempeñan los progenitores, especialmente las madres, en el cuidado y la crianza de los hijos. “Las madres son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta,” dice el Papa. “Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral” (#174).

Los hijos son el don más excelso del amor, el fruto de la autoentrega generosa. Que siempre los atesoremos como el valiosísimo obsequio que son. ¡Que aprendamos a quererlos y a protegerlos siempre! †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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