February 5, 2016

Alégrense en el Señor

Preparativos para una Cuaresma santa en el Año de la Misericordia

Archbishop Joseph W. Tobin

Estamos a pocos días del Miércoles de Ceniza, el día de precepto extremadamente popular que marca el inicio de las seis semanas y media que conforman la temporada litúrgica de la Cuaresma.

¿Por qué creen que el Miércoles de Ceniza, ocasión en la que bendecimos las cenizas de las Palmas y nos marcamos la frente con el símbolo de la cruz, es una ceremonia tan popular? En una cultura que celebra la juventud perpetua e intenta negar la realidad de la muerte, ¿acaso no resulta extraño que simbolicemos de forma tan vívida que somos polvo y que en polvo nos convertiremos?

Considero que la popularidad del Miércoles de Ceniza radica en que es un día en el que nos sentimos libres y nos despojamos de todas las falsas pretensiones y ambiciones banales. El ayuno y la abstinencia representan la postura tradicional de los monjes, las religiosas, los ermitaños y otras personas santas que se arrepienten de sus pecados y desprecian las tentaciones terrenales.

La mayoría de nosotros no somos ni monjes ni religiosas, sino personas que, en lo profundo de nuestros corazones, anhelamos un grado de pureza y de libertad que no es posible alcanzar mediante el apego a todo lo que ofrece el mundo. Sabemos que no viviremos para siempre, algún día volveremos a ser polvo y valoramos el hecho de que el Miércoles de Ceniza muestra con toda honestidad la fragilidad y lo transitorio de nuestra condición humana.

El Concilio Vaticano Segundo nos enseñó que la Cuaresma tiene un doble propósito: 1) nos recuerda nuestro bautismo y el llamado universal a la santidad y 2) hace énfasis en que para poder vivir la alegría de la vida eterna con Dios (simbolizada en la alegría de la Pascua), debemos sufrir y, finalmente, morir.

La temporada penitencial de la Cuaresma está diseñada para prepararnos para la gran alegría. No se trata de una temporada sombría ni deprimente, sino de un momento de seria reflexión destinada a prepararnos para lo que el papa Francisco denomina “vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad.”

Esta es una Cuaresma especialmente bendecida ya que tenemos la oportunidad de sentir la cercanía con el Señor mediante la celebración del Año de la Misericordia. La Cuaresma es la temporada de la misericordia; es el momento en el que la Iglesia nos recuerda que ningún pecado, sin importar su gravedad, puede separarnos permanentemente del amor de Dios si nos arrepentimos verdaderamente y procuramos el perdón de Aquel que es eternamente misericordioso.

El papa Francisco nos exhorta a que busquemos y encontremos la “genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido.” No se nos pide que le restemos importancia a nuestros pecados, como tampoco podemos negar que un día moriremos y en polvo nos convertiremos.

El pecado es una falta terrible contra el cielo y la tierra, y el principio de la justicia exige reparación por nuestros pecados y que aceptemos el castigo que merecemos. Sin embargo, Dios tiene la libertad de intervenir en nuestras vidas y eliminar las consecuencias de nuestro egoísmo y pecado, sencillamente porque nos ama y desea que seamos felices para siempre junto a Él.

Sí, nuestro Dios es justo, pero nuestra fe nos dice que la misericordia de Dios transforma nuestra noción de justicia y, tal como nos lo enseña el papa Francisco, llegar a sentir “realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón.”

¡Qué imagen tan impactante para la Cuaresma! Mientras más procuramos el perdón de Dios, más cerca estamos de Él. Y no importa qué tan graves hayan sido nuestros pecados: nada puede impedir que llegue a nosotros, de una forma tangible, la maravillosa gracia que en sí misma nos libera de los efectos negativos del pecado.

¿Qué podemos hacer para prepararnos para esta genuina experiencia de la misericordia de Dios? Permitir que nuestro padre amoroso se acerque a nosotros. Hablar con Él en la oración. Abrirle nuestros corazones a través de los sacramentos de la reconciliación y la eucaristía. Cumplir con las prácticas cuaresmales del ayuno y la abstinencia. Realizar las obras corporales y espirituales de la misericordia.

A lo largo de las siguientes seis semanas planeo escribir acerca de muchos de estos temas cuaresmales mientras nos preparamos para la alegría del Pascua. La Cuaresma es verdaderamente una época de gracia y, como lo dice el papa Francisco, una oportunidad para que la misericordia divina se haga “visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó.”

Preparémonos para una Cuaresma santa en este Año de la Misericordia tan especial. ¡Pidámosle a Dios que abra nuestros corazones en esta Cuaresma para que pueda estar cerca de nosotros! †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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