August 7, 2015

Alégrense en el Señor

La atención médica es un derecho humano fundamental, no un privilegio

Archbishop Joseph W. Tobin

Los Evangelios representan a Jesús como un hombre compasivo entregado a su ministerio de sanación. Cientos de personas en situaciones diversas que habitaban los territorios que Nuestro Señor recorrió durante su breve tránsito por esta tierra, vivieron de primera mano el poder sanador de Dios a través de las palabras y el toque sanador de Jesús.

Muchas de las personas que Jesús curó eran pobres. En aquella época, al igual que sucede muy a menudo hoy en día, los pobres tenían acceso limitado o ningún acceso a la atención médica. El amor de Nuestro Señor por ellos lo hacía esforzarse por ayudarlos para que recuperaran la salud. Como resultado de eso, los ciegos vieron, los inválidos caminaron, los leprosos se curaron e incluso los muertos regresaron a la vida.

Durante el transcurso de los últimos 2,000 años, la Iglesia ha continuado con el ministerio de sanación de Jesús. Ninguna otra organización, sea sin fines de lucro, gobierno o empresa comercial, del mundo contribuye más que la Iglesia Católica para ofrecer atención médica de calidad. Pero aun así, todavía hay que hacer mucho más para ayudar a los más necesitados.

Además de los numerosos servicios de atención médica que presta la Iglesia, los católicos desempeñamos una función vital como defensores de la atención médica adecuada y accesible para todos. Creemos que la atención médica es un derecho humano fundamental, al igual que la libertad de credo, el empleo, la educación y el derecho a participar en el proceso político. Apoyamos una reforma de la atención de salud genuina por los mismos motivos que respaldamos las transformaciones en los sectores de educación, vivienda, prácticas de empleo y sistemas políticos. Por encima de todo, insistimos en que las reformas a la atención médica deben proteger la vida y la dignidad humanas, especialmente para los miembros más pobres y vulnerables de nuestra sociedad.

En los Estados Unidos, la Iglesia Católica ha defendido abiertamente una reforma de la atención médica que sea verdaderamente universal y que no pueda ser denegada a aquellos que la necesiten, sin importar las afecciones que padezcan, su edad, estatus social, situación económica, raza, nacionalidad o situación legal. Siguiendo el ejemplo de Jesús, creemos que una reforma de salud genuina debe abarcar a todos por igual, ser económica y accesible para todos aquellos que la necesiten. En resumen, creemos que proporcionar una atención médica económica y accesible que refleje claramente estos principios fundamentales es un beneficio para el pueblo, una necesidad moral y una prioridad nacional urgente.

Tal como los obispos de Indiana lo expresamos en nuestra carta pastoral publicada recientemente, titulada Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana:

“Durante décadas, los obispos católicos de Estados Unidos han sido los defensores incansables de reformas integrales que conlleven a que todos dispongan de atención de salud, especialmente los más débiles y vulnerables. Creemos que la atención de salud es fundamental para la vida y la dignidad humanas, y constituye un componente esencial del ministerio de nuestra Iglesia. En colaboración con profesionales de todo el estado de Indiana, la Iglesia Católica proporciona atención de salud, adquiere asistencia médica e intenta mejorar el sistema de salud. La comunidad católica atiende a los enfermos y a aquellas personas que no tienen seguro médico en las salas de emergencia, en los albergues para indigentes y en el portal de nuestras iglesias parroquiales. Enfrentamos al desafío de la atención de salud con convicciones enérgicas y experiencia práctica.”

El estado de Indiana ha sido bendecido con proveedores de atención médica excepcionales, inclusive muchos hospitales católicos, clínicas, hogares de enfermería especializada y otras instituciones. Los hombres y mujeres que administran y trabajan en estos centros médicos merecen nuestros elogios por la atención amorosa y el profesionalismo que demuestran a todos sus pacientes, independientemente de su estatus económico o social. Así es como debe ser. Todos somos hermanos y hermanas en la familia de Dios y cuando uno de nosotros sufre, eso nos afecta a todos.

Nuestra carta pastoral sobre la pobreza pone de relieve la necesidad imperiosa de que se produzca una reforma de la atención de salud, en especial como respuesta a las necesidades de los pobres. En Pobreza en la Encrucijada, comentamos que:

“En nuestro estado, muchas personas y familias de bajos ingresos carecen de los recursos necesarios para cubrir los gastos de su atención médica. Para estas familias, las costosas primas y los gastos compartidos constituyen barreras para obtener cobertura de seguro o para acudir a un médico. Por consiguiente, consideramos que se deben mantener las medidas de protección de los gastos compartidos existentes y que las nuevas opciones de cobertura de seguro médico deben proteger a los asegurados de más bajos ingresos contra la pesada carga de los gastos compartidos. También solicitamos los fondos tan necesarios para costear clínicas, hospitales y otras instituciones de seguridad social que dispensan atención de salud a los pobres y a los integrantes vulnerables de nuestras comunidades.

“Creemos que la atención de salud no es un privilegio sino un derecho y un requisito para proteger la vida y la dignidad de cada persona.”

Solicitamos un enfoque verdaderamente universal para atender las necesidades de salud de todos, y al hacerlo apoyamos a Nuestro Señor y a la tradición católica de atención médica aquí en los Estados Unidos y en todo el mundo. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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