June 19, 2015

Alégrense en el Señor

Veamos la pobreza con los ojos y el corazón

Archbishop Joseph W. Tobin

Durante la Cuaresma, los obispos católicos de Indiana publicaron una carta pastoral titulada Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana. No hubo un frenesí en los medios de comunicación, ni aplausos (o protestas) populares, ni hubo indicación alguna de que la publicación de la carta tendría alguna repercusión en la cotidianidad del estado de Indiana.

Pero los obispos no nos desalentamos. Creemos que, una vez plantadas, las semillas crecerán y producirán abundantes frutos, especialmente si se nutren del Espíritu Santo y las cultivan hombres y mujeres de buena voluntad.

Nuestra esperanza es que las personas, las familias, las comunidades parroquiales, las escuelas y las agencias de servicio social lean esta carta pastoral, la examinen y actúen de acuerdo con ella, de formas que puedan marcar una verdadera diferencia en las vidas de nuestras hermanas y hermanos pobres aquí en Indiana.

La Iglesia habla sobre los pobres, porque eso es lo que hizo Jesús; la Iglesia alimenta al hambriento, viste al desnudo, da abrigo al que no tiene hogar, instruye al que no tiene estudios y brinda atención de salud a quienes están enfermos porque eso es lo que Jesús nos dijo que hiciéramos. Es más, el Señor nos dijo que al hacer estas obras por los demás—“de mis hermanos, aun el más pequeño”—las hacemos también por Él (consulten Mateo 25).

La finalidad de nuestra carta pastoral, Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana desea poner de relieve la pobreza que existe aquí mismo, dentro del Estado que se hace llamar la “Encrucijada de Estados Unidos.” No encierra respuestas sencillas ni fórmulas mágicas para eliminar la pobreza, sino que emplea el método de “ver, juzgar, actuar” para invitar y exhortar a todos los residentes de Indiana—comenzando por nosotros mismos, los obispos de las cinco diócesis de Indiana—a prestar más atención a los pobres de nuestra comunidad, a identificar las cuestiones sistémicas que perpetúan el ciclo de la pobreza para personas y familias, y a aplicar medidas puntuales para reducir las repercusiones a largo plazo de la pobreza en nuestro estado, al mismo tiempo que nos acercamos y ayudamos a aquellos que sufren sus devastadoras consecuencias aquí y ahora.

El primer paso es ver la pobreza que existe en nuestras comunidades, en los entornos urbanos, rurales, suburbanos y los pequeños poblados que conforman el estado de Indiana. Negarse a reconocer la pobreza o la gravedad de la situación, es una práctica tan antigua como la humanidad misma. Si nos lo permitimos, podemos ignorar fácilmente a los pobres; peor aún, podemos llegar a considerar el hambre, la indigencia, el desempleo, la enfermedad crónica y el analfabetismo como algo “normal.” Podemos elegir prestar atención a otras cosas y simplemente perpetuar este status quo.

Jesús previno a sus discípulos acerca de esta ceguera autoimpuesta que el papa Francisco denomina “el pecado de la indiferencia.” La parábola del Señor sobre el pobre llamado Lázaro y el hombre rico que lo ignoraba todos los días (Lc 16:19-21) tiene como finalidad abrirnos los ojos, sacarnos de nuestra comodidad y poner de relieve la realidad de la pobreza que se encuentra delante de nuestros propios ojos.

Recordemos que cuando el hombre rico murió, sufrió una condena eterna, en tanto que el pobre Lázaro disfrutó de la vida eterna en el seno de Abraham. El hombre rico se dio cuenta demasiado tarde de su error e intentó infructuosamente advertir a los demás. Por supuesto, la lección para nosotros es prestar atención en este momento, ver la pobreza por lo que realmente es y mostrar compasión ante el sufrimiento de hombres y mujeres de carne y hueso (nuestras hermanas y hermanos) quienes sufren los efectos de la pobreza justo delante de nuestros ojos, aquí y ahora.

La Iglesia nos enseña a ver la pobreza con los ojos y con el corazón. La verdad es que la pobreza existe y tiene la capacidad de destruir a personas, familias y comunidades enteras. ¿Acaso vemos la pobreza por lo que realmente ese? ¿O hemos elegido ignorar a nuestros hermanos y hermanas pobres?

Ver con los ojos es el primer paso, pero también es esencial que “veamos” la pobreza desde el corazón. Los pobres despertaban la compasión de Jesús; su corazón se rebosaba ante el dolor de los demás. Su diálogo piadoso con su Padre expresaba la compasión que sentía por los pobres y por todos aquellos que padecían alguna aflicción de mente, cuerpo o espíritu.

Durante todo este verano voy a continuar escribiendo sobre la Pobreza en la Encrucijada. Espero que esto me ayude a responder a la situación de la pobreza, como lo haría Jesús.

Asimismo, espero que mis sencillas reflexiones sobre la pobreza en Indiana me ayuden a mí y a los demás a ver con los ojos y con el corazón a los pobres que se encuentran entre nosotros. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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