March 11, 2011

Buscando la Cara del Señor

Dedique tiempo para aminorar la marcha durante la época de la Cuaresma

Para mí, la época de la Cuaresma está asociada con recuerdos de infancia muy vívidos.

Estoy seguro de que, al igual que otras personas de mi edad, la distancia de tiempo con respecto a mi juventud ha acentuado dichos recuerdos, pero la esencia que conservaré es real.

Mis recuerdos tienen que ver con las costumbres de la Cuaresma. Una de ellas se relaciona con la observancia del Viernes Santo.

Debemos enmarcar la escena tomando en cuenta la sencillez de la vida de infancia en el sur de Indiana durante los años 40, y una cierta cultura infantil que en cierto modo desarrollamos.

Al hablar en plural me refiero a la comunidad rural que estaba mayormente conformada por primos hermanos y primos segundos. En cierta forma, éramos como una gran familia de hermanos y hermanas.

Durante nuestros primeros años formábamos, en términos prácticos, el grueso de los alumnos inscritos en la escuela pública del condado. Los sábados por la mañana, bajo la tutela de las Hermanas de la Providencia en la Escuela St. Joseph, recibimos nuestra primera instrucción de educación religiosa.

No recuerdo cómo llegamos a la escuela, que estaba en el pueblo, pero tengo recuerdos de cinco o seis de nosotros caminando las dos millas de regreso a casa luego de la instrucción. Este es el marco de mi primer recuerdo relacionado con la observancia de la Cuaresma.

Muchos de nosotros teníamos una moneda de cinco centavos para darnos un gusto después de la instrucción religiosa sabatina, de modo que parábamos en la tienda de abarrotes Burger’s para comprar golosinas, lo cual se convirtió en un ritual.

Cuando llegó la Cuaresma y las Hermanas nos enseñaron sobre la idea de hacer un poco de penitencia durante la temporada, decidimos que seguiríamos comprando dulces después de la clase, pero no los comeríamos hasta la Pascua. Conservar los dulces hasta entonces se convirtió en una cuestión de honor y una competencia. Recuerdo que guardaba mis dulces en una caja debajo de mi cama, lo cual era una fuente de tentación constante.

Cuando por fin llegaba la Pascua, tenía una reserva sustanciosa de golosinas para mi disfrute. Y había comenzado a entender el sentido de lo que significa hacer penitencia voluntaria, quizás no por los mejores motivos, pero era una experiencia de sacrificio que nos pertenecía como niños.

Mi segundo recuerdo de la Cuaresma era ver las estatuas y los crucifijos de la Iglesia de San José cubiertos con telas moradas al comienzo de la temporada de la Pasión. Mamá y papá me explicaron pacientemente por qué sucedía eso. Tenía curiosidad de saber por qué Jesús y los santos permanecían escondidos por un par de semanas, pero entendí la idea.

Mi último recuerdo de la infancia sobre la Semana Santa tiene que ver con la observancia del Viernes Santo. Quizás haya ocurrido una sola vez, pero lo recuerdo. Mamá me envió a mi habitación para que estuviera en silencio desde el mediodía hasta las 3 p.m.

Ese período de tres horas me pareció muy largo. Pero ella me explicó por qué era bueno hacerlo, vinculando el silencio con el hecho de hacerlo por amor a Jesús quien entregó su vida por nosotros.

No tengo idea de qué hice durante ese rato, pero todavía asocio el Viernes Santo con un momento para estar en silencio por respeto a la muerte de Jesús. De hecho, recuerdo una vez que me detuve a tomar sopa después del servicio del Viernes Santo en Memphis y me sentí impactado al ver que unas personas celebraban una fiesta de cumpleaños en el restaurante esa tarde.

Por supuesto, nunca esperaría y ni siquiera recomendaría que se impusieran a los niños de hoy en día mis experiencias de la infancia sobre la Cuaresma. Se trataba de una época y una cultura distintas. No obstante, hacer algo especial para la época de la Cuaresma puede ser instructivo, especialmente para nuestros jóvenes.

Con un poco de imaginación creo que sería beneficioso para los adultos y también para nuestros jóvenes, exponerse al espíritu penitencial de la época de la Cuaresma. Un poco de ayuno penitencial por motivos espirituales puede resultar una experiencia integral y ayudarnos a concentrarnos en el verdadero significado de la pasión y muerte de Cristo. La Semana Santa puede ser especialmente fructífera y conducirnos al júbilo y la hermosura de la gran solemnidad de la Pascua.

Recomiendo que la época de la Cuaresma sea un momento para aminorar la marcha. El ajetreo frenético de las actividades de nuestra época no contribuye a fomentar demasiado nuestra fe.

Necesitamos momentos, en ocasiones momentos más prolongados, para gozar por lo menos de un poco de tiempo a solas con el Señor. No es fácil lograr el sosiego, pero las recompensas son sustanciosas.

Recomiendo algo de tiempo para detenernos intencionalmente y orar de una forma que resulte provechosa. La mayoría de nosotros necesita pasar tiempo a solas y en silencio con un libro de oración para mantener la concentración y para que nos ayude a combatir las distracciones inevitables que con frecuencia nos afligen.

Pasar tiempo con Jesús y su madre, aunque sea por unos pocos minutos, puede ser una bendición para nosotros y una dádiva para el Señor y su madre. †

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