January 19, 2007

Buscando la Cara del Señor

La oración: Una poderosa herramienta para el respeto por toda la vida y la dignidad humana

He colocado un gran número de peticiones en mi capilla privada por las cuales se me ha pedido que rece. Me siento agradablemente sorprendido del número de peticiones que he recibido como resultado de mi invitación en The Criterion para rezar por sus intenciones. ¡Es un privilegio hacerlo!

No debería sorprendernos que muchas de las peticiones de oración tienen que ver con personas enfermas. Estas peticiones van por aquellas personas que padecen enfermedades terminales, aquellos incapacitados de cualquier forma y por los jóvenes y niños que sufren intensamente.

Muchas de estas peticiones vienen de abuelos que se encuentran profundamente preocupados por sus hijos y nietos. Algunas vienen de cónyuges que sufren junto a un cónyuge enfermo. Y por supuesto, padres que se preocupan por sus hijos.

Me siento conmovido por el gran número de personas que se preocupan por sus seres queridos; familiares, amigos y conocidos que parecen padecer espiritualmente. Un gran número de padres y abuelos piden oraciones para que sus seres queridos vuelvan a la práctica de su fe católica.

Lamento la angustia que percibo en muchas de las peticiones de oración que recibo. También rezo por los peticionarios.

Aquellos que se encuentran enfermos o que lo han estado recientemente estarán de acuerdo en que solemos restarle importancia al valor de gozar de buena salud. Solamente cuando estamos enfermos empezamos a darnos cuenta del gran obsequio que es llevar una vida sana. La enfermedad y el sufrimiento físico despiertan la conciencia viva del gran obsequio que es estar saludable.

Pienso que la misma caída en cuenta sucede en el caso de los padecimientos espirituales. Sin embargo, en este último caso, por lo general la gente no sabe lo que se pierde hasta que vuelve a congraciarse con una vida espiritual plena. Una verdadera conciencia es la mejor promesa de la salud espiritual.

El lunes 22 de enero observamos el aniversario de la decisión de la Corte Suprema de Justicia en el caso Roe vs. Wade (1973). La Instrucción General del Misal Romano indica que las diócesis de Estados Unidos deberán observar este día como un día particular de penitencia por violaciones a la dignidad de la persona humana cometidas por medio del acto del aborto. Debe ser un día de oración para restituir completamente la garantía legal del derecho a la vida (GIRM, #373). Se recomienda que la misa “Por la paz y la justicia” se celebre con vestimentas color violeta.

La instrucción del Misal Romano subraya la gravedad del padecimiento de nuestra sociedad debido a la pérdida de respeto por la dignidad humana y el derecho a la vida. Además del Miércoles de Ceniza, el Viernes Santo y los viernes de la Cuaresma, la Iglesia nos exhorta a tener un día particular de penitencia y oración.

La fórmula debería servir como un llamado a fin de que no nos volvamos condescendientes con los padecimientos espirituales y morales que afectan a nuestra sociedad. Debido que la carencia de la vida humana no es particularmente visible en la vida cotidiana, solemos olvidarnos de ella. Los 34 años que han pasado desde la infame decisión de Roe vs. Wade no disminuye su gravedad moral.

Estoy de acuerdo con la afirmación de la Beata Teresa de Calcuta de que una sociedad dispuesta a matar a un inocente nonato experimenta unos niveles de violencia desenfrenados. Vemos cómo día tras día se cumple la profecía de la Madre Teresa.

Creo que la gente que padece de una enfermedad terminal o al menos se encuentra gravemente enferma, es mucho más propensa a sopesar la gravedad de la eliminación de una vida inocente, no solamente dentro del vientre, sino también de otras formas. Algunas de las peticiones de oración que recibo en mi capilla privada son para que rece por que se ponga fin a la práctica del aborto y a otras violaciones de la dignidad de la persona humana. Esta petición forma parte de mi repertorio habitual de oraciones, pero resulta alentador escuchar que otras personas también sienten esta necesidad.

Rezar para poner fin a la práctica del aborto y otras violaciones del derecho a la vida no es únicamente responsabilidad de los obispos, sacerdotes y religiosos. Todos compartimos esta responsabilidad, no solamente como pueblo católico de fe, sino también como ciudadanos correctos de nuestra sociedad en Estados Unidos.

La oración es una forma poderosa de participar en la causa del derecho a la vida y de la dignidad humana. Muchas veces subestimamos el valor de la oración porque solemos restarle importancia al valor de nuestra oración personal. Es bueno recordar que el Espíritu Santo es quien saca provecho de nuestra oración. También es fundamental recordar que en Dios todo es posible.

Además de la oración y de ocuparnos de nuestra propia integridad moral, buscamos oportunidades para influenciar la conciencia espiritual y moral de nuestros representantes legislativos y judiciales. Tal vez avancemos lentamente en esta área, pero marchamos hacia adelante con fe y esperanza. †

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