August 18, 2006

Seeking the Face of the Lord

Los matrimonios leales son una dádiva
para nuestras comunidades de feligreses

Alverna y Martin Young eran leales feligreses de la Catedral de San Pedro y San Pablo, tan leales y generosos como el que más.

Con el pasar de los años se convirtieron en mis amigos cercanos, y por supuesto, también de la comunidad de la catedral.

Parecía que cuando estaban presentes todo estaba bien. Les acompañaba una sensación de serenidad y siempre se les veía con una sonrisa lista y fija en los labios. Lo más maravilloso es que eran una pareja humilde y callada, personas que por naturaleza no estaban interesadas en hacerse notar. Pero resaltaban de una manera hermosa.

Alverna murió a principios del verano. Se me informó que estuvo alerta y consciente hasta el final y que, de manera característica, se fue tranquilamente. Martin no se encuentra bien, y seguramente después de todos estos años de matrimonio extraña mucho a su adorable esposa. Nuestra catedral también la extraña. Alverna merece que se le recuerde como parte del legado de la catedral.

Alverna y Martin le dirían que eran personas sencillas que eligieron permanecer en el antiguo barrio. Profesaban una lealtad para la parroquia de la catedral que no es común en esta época.

Y no eran solamente leales a la catedral como una comunidad parroquial. Poseían un entendimiento inusualmente afinado del significado de la iglesia catedral. Querían a sus pastores y eran también leales a sus arzobispos. Contaban con un sentido único de aprecio por la iglesia más amplia, más allá de las fronteras de su parroquia.

Esta pareja, no obstante su edad y su distanciamiento de la atención pública, participaba activamente en la vida de la comunidad de la catedral, a pesar de que la asistencia se tornó difícil en años recientes. Alverna y Martin se mantenían informados sobre los temas de la Iglesia, independientemente de que fueran buenas o malas noticias. Su fe inquebrantable resultaba edificante y reconfortante para muchos de nosotros que no podíamos menos que darnos cuenta.

Eran tan generosos con su tiempo y su talento como la edad les permitía. Y eran igualmente generosos con su patrimonio. Ellos constituirían un ejemplo de lo que significa vivir una vida de servicio como modo de vida, aun en la ancianidad, y hacerlo sin mucha alharaca.

En especial me gustaría resaltar que Alverna y Martin Young merecen que se les recuerde como testigos vivientes del amor leal hasta que la muerte los separó. Martin debe de extrañar profundamente a su esposa, pero también creo que después de estar juntos todos esos años de alguna manera siente todavía su presencia. Conozco parejas como esta que la muerte ha separado, pero cuya unión espiritual aun permanece allí. Menciono este punto como estímulo para las parejas más jóvenes.

A principios del verano tuve el privilegio de celebrar el aniversario de las bodas de oro de mi hermano y mi cuñada. En dicha ocasión reflexioné sobre cuántas cosas han cambiado durante los últimos 50 años. Mucho ha cambiado en los últimos 25 años. Han ocurrido mejoras en el campo tecnológico que han contribuido mucho para hacer que la vida sea más eficiente y más cómoda. Pensemos en todas las mejoras en nuestros hogares y escuelas, incluso en las iglesias. Transporte, comunicaciones, servicios de salud de todo tipo, entretenimiento y deportes; en casi cualquier aspecto de la vida que pensemos han habido muchos progresos.

¿Qué le sucedió a la vida en general y a la vida familiar durante ese mismo período? Nuestra sociedad está tratando de sobreponerse a la tasa de casi 50 por ciento de matrimonios fallidos. Nos preocupamos por los niños que permanecen solos en sus hogares y hogares de padres solteros, al igual que familias destruidas, para no mencionar cosas como el abuso infantil, problemas de abuso de drogas y una lista casi interminable de preocupaciones sobre el matrimonio y la vida en familia.

Matrimonios leales como el de Alverna y Martin Young, de mi hermano y mi cuñada y muchos otros de ustedes que disfrutan de la bendición de Dios en sus matrimonios, son una dádiva para nuestras comunidades parroquiales y nuestra cultura contemporánea. No debemos subestimar el valor de estas parejas. Ellas brindan un excelente testimonio en nuestros días. Y resulta una bendición poder exaltarlos en nuestras comunidades parroquiales.

Alverna y Martin serían los primeros en dar crédito a la gracia de Dios por todos estos años juntos, porque ninguna pareja, sin importar cuán profundo sea su amor el día de su matrimonio, puede mantenerse en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe, sin la gracia de Dios.

Hay muchas cosas positivas que han hecho la vida más fácil en los últimos 50 años. Pero la vida también ha sufrido sus complicaciones.

Sin embargo, entre las cosas buenas tenemos el ejemplo real de las parejas fielmente casadas. Su ejemplo es más beneficioso que todos los demás adelantos.

Le damos gracias a Dios por las “Alvernas” y los “Martines” de nuestro mundo.†

 

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