Uno en Cristo / Daniel Conway
Combinemos el servicio y la escucha para abrirnos a Dios
En una homilía pronunciada el 20 de julio, el papa León XIV ofreció algunas reflexiones sobre “el modo de actuar de Dios.”
En la lectura del Evangelio (Lc 10:38-42), Jesús se nos presenta como huésped en casa de Marta y María. “Una de las hermanas lo acoge con infinidad de atenciones, mientras la otra lo escucha sentada a sus pies, con la típica actitud del discípulo hacia el maestro,” relata el papa León.
La primera hermana—Marta—se queja de que quisiera recibir un poco de ayuda en las tareas domésticas. Jesús le responde invitándola a apreciar el valor de la escucha y, de hecho, le dice que su hermana, María, ha elegido la mejor parte.
Tal como nuestro Santo Padre lo plantea:
Pero sería erróneo ver estas dos actitudes como opuestas, así como hacer comparaciones de méritos entre las dos mujeres. El servicio y la escucha, de hecho, son dos dimensiones gemelas de la acogida.
Ambos son necesarios en nuestras relaciones con Dios y entre nosotros.
“En primer lugar, en nuestra relación con Dios”—afirma el Papa—. “Si bien es importante que vivamos nuestra fe en las acciones concretas y en la fidelidad a nuestros deberes, según el estado y la vocación de cada uno, también es fundamental que lo hagamos partiendo de la meditación de la Palabra de Dios y de la atención a lo que el Espíritu sugiere a nuestro corazón.” La amistad con Dios y con los demás requiere algo más que una actividad compartida: exige comprensión mutua, compasión y unidad de mente y corazón.
Tal como nos enseña el papa León “reservando, para tal fin, momentos de silencio, momentos de oración, tiempos en los que, acallando ruidos y distracciones, nos pongamos ante Él y logremos unidad en nuestro interior. Esta es una dimensión de la vida cristiana que hoy necesitamos recuperar particularmente, tanto como valor personal y comunitario, que como signo profético para nuestros tiempos.”
El mundo ensordecedor y lleno de distracciones en el que vivimos dificulta la reflexión, el silencio y la atención a las necesidades de los demás. “[Debemos] dar espacio al silencio, a la escucha del Padre que habla y ‘ve en lo secreto’ [Mt 6:6],” señala el Sumo Pontífice.
Y añade: Para ello, los días de verano pueden ser un momento providencial [...]. Propiciemos las ocasiones para cuidarnos unos a otros, para intercambiar experiencias e ideas, para ofrecernos comprensión y consejos mutuamente; esto nos hace sentirnos amados, y todos lo necesitamos. Hagámoslo con valentía. De este modo, siendo solidarios y compartiendo la fe y la vida, promoveremos una cultura de paz, ayudando también a quienes nos rodean a superar rupturas y hostilidades, y a construir comunión entre las personas, entre los pueblos y entre las religiones.
El papa León es plenamente consciente de que lo que recomienda—un enfoque equilibrado e integrado de la escucha y el servicio—requiere que nos esforcemos arduamente. Pero, nos dice que “Pero es sólo así, con estos esfuerzos, como es posible construir algo bueno en la vida; sólo así pueden nacer y crecer entre las personas relaciones auténticas y fuertes.”
Citando a san Agustín, el papa León señala que: “en estas dos mujeres están figuradas dos vidas, la presente y la futura; una laboriosa y otra descansada; una calamitosa y otra dichosa; una temporal y otra eterna” (Sermón 104, 4). Y reflexionando sobre el trabajo de Marta, Agustín expresó: “¿Quién está libre del servicio de socorrer a otros? ¿Quién respira libre de estos cuidados? Hagámoslo santamente, hagámoslo con caridad […].”
María y Marta “nos recuerdan precisamente esto: que la escucha y el servicio son dos actitudes complementarias que nos ayudan, en nuestra vida, a estar abiertos a la presencia providente del Señor,” asegura el Santo Padre. “Su ejemplo nos invita a conciliar, en nuestras jornadas, contemplación y acción, descanso y fatiga, silencio y laboriosidad, con sabiduría y equilibrio, teniendo siempre como medida la caridad de Jesús, como luz su Palabra y como fuente de fortaleza su gracia, que nos sostiene más allá de nuestras posibilidades [Flp 4:13].”
Las vacaciones de verano del papa León en Castel Gandolfo son un recordatorio visible de su deseo de encontrar el equilibrio en su ministerio entre el quehacer constante y la vida contemplativa que cada día quizá le resulte más atractiva.
Todos nosotros, incluido el papa León, debemos dejar espacio al silencio, a la escucha del Padre que habla y ve en secreto, pero, en definitiva, cada uno de nosotros debe hacerlo a su manera.
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †