December 20, 2019

Cristo, la piedra angular

Dios está con nosotros mientras aguardamos con expectante alegría

Archbishop Charles C. Thompson

“Pues bien, será el propio Señor quien les dará una señal: Véanla, la joven está embarazada y va a dar a luz un hijo, al que llamará Dios-con-nosotros” (Is 7:14).

La lectura del Evangelio del cuarto domingo de Adviento (Mt 1:18-24) reafirma lo que celebramos en esta época sagrada del año: Dios está con nosotros. El Adviento es una época llena de expectativa esperanzada por el regreso del Señor, pero esta espera no debe excluir a Dios.

De hecho, uno de los misterios más grandes de la temporada de Adviento es el hecho de que Dios espera con nosotros. Aun cuando lo buscamos con entusiasmo, siempre está presente en los sacramentos (especialmente la Eucaristía), en nuestras oraciones, en nuestra comunión con el prójimo y en nuestro servicio a los necesitados.

Dios Padre está con nosotros incluso mientras aguardamos la nueva venida de su Hijo con expectante alegría. El Espíritu Santo está con nosotros ahora y siempre para consolarnos en el dolor, calmar nuestros temores y alentarnos en medio de las dificultades que enfrentamos, especialmente durante esta temporada tan ajetreada y a menudo estresante.

Una de las figuras más destacadas del Adviento es san José, el esposo de María y padre adoptivo de Jesús. San Mateo lo describe como “un hombre justo” (Mt 1:19). Decimos que alguien es justo cuando se comporta de manera honesta, confiable, leal y firme en sus compromisos. José ciertamente cumplía con esta descripción. Jamás lo oímos hablar, pero lo observamos escuchar atentamente a los mensajeros de Dios y responder inmediatamente a la voluntad de Dios para él y su familia.

“José, descendiente de David—le dice el ángel—no tengas reparo en convivir con María, tu esposa, pues el hijo que ha concebido es por la acción del Espíritu Santo. Y cuando dé a luz a su hijo, tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1:20-21).

Algo que describe a José es su aceptación solícita del papel que se le asignó como custos, o mayordomo, del niño Jesús. Fue un hombre justo que sin duda habrá tenido sus dudas y temores, pero que jamás permitió que estas le impidieran cumplir con sus compromisos como esposo, padre y judío creyente, un “descendiente de David.”

El embarazo de María fue el primer Adviento; fue una época de ansiosa expectativa, un momento en el que Dios se hizo presente en su creación de una forma única. José apoyó a María durante este tiempo de espera, al igual que Isabel, la prima de María, y el hijo que llevaba en el vientre que saltó de alegría cuando él y Jesús estuvieron juntos por primera vez, cuando todavía se encontraban en el seno de sus respectivas madres.

Dios está con nosotros todo el tiempo, pero lo sentimos de una forma especial durante el Adviento y la Navidad; se trata de una época del año en la que se vive una esperanza extraordinaria. Quizá estemos rodeados de oscuridad—y estamos profundamente conscientes de la maldad y la injusticia que se vive a nuestro alrededor—pero la presencia de Dios supera las fuerzas negativas que nos amenazan. La profunda esperanza de que el Señor viene nuevamente a reafirmar su victoria sobre el pecado y la muerte, y a unirnos a Él, nos remueve del letargo y enciende nuestros corazones con el fuego de su amor.

El Adviento es una época de alegría. Lo que esperamos ya ha llegado. De hecho, llega todos los días si abrimos nuestros corazones a la presencia de Dios en nuestras vidas, y estará con nosotros hasta el final de los tiempos y para siempre si seguimos el ejemplo de José y vivimos de una forma santa y justa.

¡Estamos alegres porque Jesús está con nosotros y está por venir! ¡Qué obsequio tan maravilloso! ¡Dios está con nosotros incluso mientras aguardamos su nueva venida con expectante alegría!

La historia del nacimiento de Jesús que escucharemos nuevamente en los próximos días jamás resulta aburrida porque nos recuerda vívidamente que Dios está con nosotros: está presente en los momentos más tranquilos de nuestras vidas, así como en el ruido y la confusión de la cotidianidad.

“Todo esto sucedió en cumplimiento de lo que el Señor había dicho por medio del profeta: Una virgen quedará embarazada y dará a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa ‘Dios con nosotros’ ” (Mt 1:22-23).

A medida que nos acercamos a los últimos días del Adviento y nos preparamos una vez más para celebrar el nacimiento de Cristo, recemos para tener la paciencia y la fe callada de san José. Que a través de su intercesión podamos escuchar con atención la Palabra de Dios y que respondamos con corazones alegres y generosos cuando nuestro Señor vuelva nuevamente.

Pero por encima de todo, que reconozcamos la presencia de Jesucristo, aquí y ahora, aun mientras esperamos ansiosamente, con corazones jubilosos. †

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