October 19, 2018

Cristo, la piedra angular

Liderazgo al servicio: la única forma aceptable de ejercer autoridad

Archbishop Charles C. Thompson

“Y llamándolos junto a sí, Jesús les dijo: ‘Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor, y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos’ ”
(Mc 10:42-44).

En la lectura del Evangelio de este domingo, (Mc 10:35-45), Jesús efectúa una declaración clara y sin reservas en cuanto a cómo se debe ejercer la autoridad entre sus seguidores. Nadie debe tratar con prepotencia a nadie, ni hacer sentir su autoridad sobre nadie. En vez de ello, la autoridad en la comunidad cristiana debe ejercerse en forma de servicio.

Jesús nos dio un poderoso ejemplo de este principio cuando lavó los pies de sus discípulos durante la Última Cena. Este poderoso gesto (desempeñar el trabajo de los sirvientes) no pasó desapercibido entre sus seguidores quienes reclamaron que se trataba de una acción indigna de Jesús, el Señor y Maestro. Jesús se rehusó a aceptar esa perspectiva. Tal como se demuestra en el Evangelio de este domingo, insistió en que su misión no era ser servido “sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10:45).

Esta enseñanza tiene fuertes repercusiones para quienes nos encontramos en una posición de autoridad con respecto a otros, ya sea en una familia, en un negocio, en el gobierno o en la Iglesia. El “liderazgo al servicio,” como a veces se lo llama, es la forma cristiana e inusual de liderar a otros. Implica un determinado grado de humildad y solidaridad que resulta particularmente difícil de lograr en puestos de liderazgo. Suponemos que los líderes deben ser naturalmente personas audaces y asertivas, y estos son requisitos a menudo esenciales entre las personas en posiciones de autoridad. Pero existe una calidad de liderazgo igualmente importante que requiere mansedumbre y la disposición de hacer a un lado el ego propio para atender las necesidades de los demás.

San Marcos nos dice que dos de los discípulos de Jesús, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, acudieron a Jesús con una solicitud verdaderamente audaz: “Maestro, queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos” (Mc 10:35). Jesús no se ofende ante esta solicitud pretenciosa y sencillamente les pregunta: “¿Qué queréis que haga por vosotros?” (Mc 10:36)

La respuesta de los discípulos demuestra que no eran ni egoístas ni ingenuos. “Concédenos que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda” (Mc 10:37). Pedían un sitio de honor e influencia en el reino venidero, y la respuesta de Jesús demuestra que Jacobo y Juan evidentemente no tenían idea de lo que pedían.

“¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que soy bautizado?” (Mc 10:38). Y su respuesta es “podemos” (Mc 10:39), pero una vez más, su entusiasmo es ingenuo. El bautismo de Jesús fue una muerte cruel y la copa que bebió fue amarga. Jesús afirma que Jacobo y Juan compartirán su sufrimiento, pero, al igual que la mayoría de los discípulos, no estaban destinados a recibir honores mundanos, sino que ocuparían el lugar que su Padre celestial les asignara.

San Marcos relata que “al oír esto, los diez comenzaron a indignarse contra Jacobo y Juan” (Mc 10:41). (Probablemente querían asegurarse de que los hijos de Zebedeo no recibieran ningún tratamiento preferencial). Es precisamente este tipo de luchas internas o celos entre sus seguidores lo que ocasionó que Jesús convocara a sus discípulos para explicarles exactamente cómo debían ejercer la autoridad.

“Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos,” dice Jesús. Este es el camino del mundo, la forma en que a menudo actúan los líderes. “Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor, 44 y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos” (Mc 10:42-44).

La grandeza no proviene de la agresión atrevida, sino del servicio humilde. Es cierto que posiblemente se requieran valor y determinación, pero solamente como formas para proteger y defender a los vulnerables o a quienes tienen alguna necesidad.

Los líderes serviciales deben ser valientes y apacibles. Deben estar dispuestos a entregarlo todo, especialmente los puestos de honor, para liderar con su ejemplo.

Recemos por nuestros líderes: en la familia, en los negocios, en el gobierno y en la Iglesia. Que todos los que se encuentren en puestos de autoridad con respecto a otros asuman esta responsabilidad como sirvientes de confianza. Y que las palabras y el ejemplo de nuestro Señor nos enseñen cuándo debemos ser valientes y cuándo humildes en nuestro liderazgo al servicio. †

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