September 29, 2017

Cristo, la piedra angular

Los ángeles glorifican a Dios y actúan como mensajeros

Archbishop Charles C. Thompson

“¡Cielos, exultad con él, y adórenle los hijos de Dios!¡Aclamadlo, naciones con su pueblo y todos los mensajeros de Dios!”
(Dt 32:43).

La fecha de publicación de esta columna es el 29 de septiembre de 2017, las festividades de los arcángeles san Miguel, san Gabriel y san Rafael. Estos tres ángeles aparecen mencionados por nombre en la Biblia, de modo que me pareció oportuna la ocasión para reflexionar acerca de la misión y el ministerio de los ángeles de Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica (cf. #328-336) nos habla acerca de las enseñanzas de la Iglesia con respecto a los ángeles. Primero que nada, sí existen. No con la imagen romántica que solemos verlos ilustrados, puesto que, en definitiva, son “seres no corpóreos” y, por consiguiente, generalmente invisibles, pero los ángeles verdaderamente existen como servidores y mensajeros de Dios.

Como criaturas puramente espirituales, el Catecismo nos dice que los ángeles están dotados de inteligencia y voluntad: son seres personales e inmortales que “superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello” (#330).

En segundo lugar, estos seres espirituales interactúan con nosotros en calidad de mensajeros de Dios y como guardianes o protectores de quienes procuran cumplir con la voluntad divina. “Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia,” asegura el Catecismo. “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida” (# 336).

El Libro de Revelaciones relata que al comienzo de los tiempos “hubo guerra en el cielo” y que el arcángel Miguel y sus ángeles libraron una batalla contra el “gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Rev 12:7,9). Satanás fue derrotado y expulsado a la Tierra, junto con sus pérfidos seguidores.

Satanás y sus demonios existen entre nosotros hoy en día, pero creemos que en definitiva fueron vencidos por la muerte y resurrección de Jesús. Los ángeles dan testimonio de la victoria de Jesucristo sobre el mal y continúan alabando a Dios por Su bondad y Su misericordia. Esto nos brinda esperanza y aliento para mantenernos fieles a la voluntad de lo que Dios desea para cada uno de nosotros.

El arcángel Rafael aparece en el Libro de Tobías del Antiguo Testamento donde revela que fue enviado para curar la ceguera de Tobías y para librar a Sara, futura esposa de Tobíah, hijo de Tobías, del demonio Asmodeo que “había matado a sus maridos, uno después de otro, antes de que tuvieran relaciones con ella” (Tb 3:8).

En el Nuevo Testamento solamente aparecen mencionados por nombre los arcángeles Gabriel y Miguel, pero un versículo añadido al Evangelio según San Juan (Jn 5:1-4) durante el siglo II D.C., hace referencia a la piscina de Betsata, donde yacía una multitud de enfermos que esperaban la agitación del agua, porque cada tanto un ángel del Señor descendía y movía el agua. Se decía que quien entrara en la piscina después de que el agua se agitara quedaba curado de cualquier enfermedad. Dada la función de sanación que se asigna a Rafael, cuyo nombre significa “curación de Dios” a este mensajero de misericordia específicamente se lo asocia por lo general al arcángel Rafael.

Estamos familiarizados con el arcángel Gabriel por el papel que desempeña en la narrativa de la Natividad, en el Evangelio según San Lucas. Es Gabriel quien anuncia el nacimiento de Juan el Bautista a Zacarías y el de nuestro Salvador a María. El arte cristiano de los últimos 2,000 años ha representado Gabriel con distintas imágenes, pero ninguna de ellas puede captar en todo su esplendor la maravillosa figura del que proclamó el nacimiento del Salvador y de su precursor, Juan el Bautista.

Por lo general no podemos ver a los ángeles de Dios, pero si prestamos suficiente atención, podemos reconocer su presencia. En momentos de temor o de tentación, pero también cuando nos regocijamos en la bondad de Dios en la liturgia, la compañía espiritual de los ángeles puede marcar una diferencia importante en nuestras vidas diarias. En especial, cuando necesitamos ayuda para combatir el mal y la injusticia, cuando necesitamos sanación para nosotros o para los demás y cuando necesitamos la compañía espiritual de los ángeles protectores que nos guían, la Iglesia nos dice que desde el “comienzo hasta la muerte” estamos rodeados de su custodia.

Sería muy fácil desechar la idea de los ángeles como ilusiones o cuentos de la infancia, pero las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia son bastante serias en cuanto a la existencia y al ministerio de los santos Miguel, Gabriel y Rafael y de todos los santos ángeles de Dios.

Así pues, en la oración colecta de la Misa de hoy, rezamos: “Oh Dios, que con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y los hombres, te pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo.”

Arcángeles san Miguel, san Gabriel y san Rafael, recen por nosotros. Sean nuestros protectores y guías ahora y en los momentos más difíciles de la vida. †

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