November 25, 2016

Alégrense en el Señor

Comenzamos un nuevo año litúrgico con expectante esperanza y corazones agradecidos

Archbishop Joseph W. Tobin

“Mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Ti 2:13-14).

Justo ayer celebramos la popular festividad del Día de Acción de Gracias. Tal como comenté en otro momento, pasé 20 años viviendo en Roma y viajando por todo el mundo en nombre de mi comunidad religiosa, la Congregación del Santísimo Redentor (la Congregación Redentorista).

Durante esa época en el extranjero descubrí que nada unía más a los estadounidenses que viven fuera de su patria que la celebración anual del Día de Acción de Gracias. Sin importar en qué parte del mundo nos encontremos, cuando llega el Día de Acción de Gracias, ¡los estadounidenses buscamos la forma de celebrarlo!

Al reunirse en torno a la mesa en el Día de Acción de Gracias, muchas familias dedican tiempo para compartir todo aquello por lo que se sienten agradecidas. Esta es una costumbre muy poderosa porque constituye una expresión verbal y concreta de aquello que sentimos en el corazón pero que no llegamos a reconocer con la debida frecuencia.

Mi “lista de agradecimiento” es muy larga: comienza con mi familia, en especial con mi madre de 93 años, y se prolonga a amigos, compañeros redentoristas, compañeros de trabajo en mi ministerio en la Iglesia del centro y el sur de Indiana, así como de la Iglesia universal, y abarca a todas las familias a las que estoy llamado a servir como discípulo misionero de Nuestro Señor Jesucristo.

Le doy gracias a Dios por el obsequio de la fe y por el amor que han compartido tan generosamente todos aquellos a quienes he conocido en cada región de esta gran arquidiócesis y en cada rincón de la Tierra, especialmente desde que el papa Francisco realizó los dos “anuncios impactantes”: primero de mi designación al Colegio de Cardenales y, segundo, de convertirme en pastor de la Arquidiócesis de Newark, en Nueva Jersey.

También agradezco a Dios por el don de la esperanza ya que sin ella no podría seguir adelante con mis nuevas responsabilidades al enfrentarme a dudas, incertidumbre y la verdad de mi propia condición de pecador. La esperanza nos infunde valor, perseverancia y confianza en el futuro.

El Adviento, que comienza este domingo, es la época de alegre esperanza. También marca el inicio de un nuevo año litúrgico, un año lleno de esperanza y alegría.

Todos los días durante la misa, y de un modo especial durante la temporada del Adviento, oramos sobre “aguardar la bendita esperanza.” Nuestra fe nos enseña que el Señor vendrá nuevamente y nos dice que su venida será una época de gran alegría, un momento en el que toda lágrima será enjugada y que veremos realizadas todas nuestras esperanzas.

Creemos en esto ya que es un componente integral de la esperanza cristiana. Un día, el Señor vendrá otra vez y la obra de redención del mundo (y nuestra propia redención personal) se completará.

Como redentorista, me encuentro plenamente consciente de esta verdad fundamental de nuestra fe. El proceso que comenzó con la promesa que realizó Dios al pueblo elegido, a los judíos, y que llegó a su plenitud mediante la encarnación de Cristo y su Pasión, muerte y resurrección, concluirá en el día final. Esta verdad ha sido transmitida de una forma muy poderosa a los redentoristas a través de nuestro fundador, san Alfonso Ligorio.

Esperamos la segunda venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo con un profundo sentido de agradecimiento por todo lo que ha hecho por nosotros. Y le damos gracias a Dios por tener esperanza—la capacidad para superar las dudas y la desesperación—¡y esto conlleva indefectiblemente a la alegría!

Comenzamos cada año litúrgico con una temporada de espera, un momento de expectativas y de añoranza. El Adviento nos prepara para celebrar la Navidad sin caer en la trampa de las expectativas superficiales o poco realistas. Nos enseña que el obsequio más grande de la Navidad es el Señor mismo.

El Adviento nos enseña que lo que verdaderamente ansiamos en esta época del año (y siempre) es un encuentro personal con Jesucristo. Nos recuerda que realmente podremos disfrutar de todas las alegrías de la Navidad y de la segunda venida del Señor si aprendemos a esperarlas con gratitud y esperanza.

La esperanza expectante requiere paciencia, confianza y la creencia firme de que Dios escuchará y responderá nuestras súplicas. Esperamos que el Señor nos conceda todo aquello que verdaderamente deseamos y necesitamos, y que su venida, tanto en esta Navidad como en el día final, sea nuestra máxima fuente de alegría.

Hace un par de semanas planteé la relación que existe entre el agradecimiento y la santidad. Las personas santas agradecen a Dios por todas las bendiciones que reciben, pero también aguardan con esperanza, sin importar las tragedias y el dolor que deban enfrentar en sus vidas.

Agradezcamos a Dios por todos los dones que derrama sobre nosotros ¡y avancemos con jubilosa esperanza mientras esperamos a nuestro Señor! †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

Local site Links: