June 24, 2016

Alégrense en el Señor

La vocación de la familia es la ‘enseñanza del amor’

Archbishop Joseph W. Tobin

El misterio de la familia cristiana solamente puede comprenderse a cabalidad al observarla bajo la luz de la tierna misericordia de Dios. Para descubrir la vocación a la familia, hoy y siempre, debemos seguir el ejemplo de Jesús quien trató a todo aquel que encontró “con amor y ternura, acompañando sus pasos con verdad, paciencia y misericordia, al anunciar las exigencias del Reino de Dios.” El Señor acompaña a nuestras familias hoy en día en su “interés por vivir y transmitir el Evangelio de la familia” (“La alegría del amor,” #60).

Las Escrituras nos enseñan que el matrimonio es un don que debe honrarse y nuestra fe católica afirma esta noción. Este don divino comprende la sexualidad que une al hombre y a la mujer en el amor y que es el preámbulo del don de los hijos. Jesús nos enseña que el lazo del matrimonio es “indisoluble,” una unión permanente e indestructible que “no hay que entenderla ante todo como un ‘yugo’ impuesto a los hombres sino como un ‘don’ hecho a las personas unidas en matrimonio” (#62).

¿Cómo es esto posible: un lazo que libera y no ata? La respuesta es la gracia de Cristo que permite que las familias puedan “estimoniar el amor de Dios y vivir la vida de comunión” (#63).

Nuestro modelo es, por supuesto, la Sagrada Familia de Nazaret. El papa Francisco nos dice que “la encarnación del Verbo en una familia humana, en Nazaret, conmueve con su novedad la historia del mundo.” ¿Cómo transformó el “misterio de la Navidad y el secreto de Nazaret, lleno de perfume a familia” la historia del mundo? (#65). Al revelar que la vocación de cada familia humana desde Adán y Eva es dar testimonio del amor incondicional de Dios en todo momento y circunstancia. “Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable,” nos dice el papa Francisco citando el Discurso en Nazaret del papa Pablo VI, dado el 5 de enero de 1964.

La Iglesia considera al matrimonio como una comunidad de vida y de amor, en la que el amor es el núcleo de lo que significa ser una familia. En los capítulos 4 y 5 de “La alegría del amor” el papa Francisco concentra su atención en definir el significado del “amor,” no en términos abstractos sino de forma específica y concreta.

Pero a los fines de nuestra reflexión aquí, baste con decir que la vocación al matrimonio y la vida familiar es transmitir la enseñanza del amor: tanto dentro del círculo familiar como también dar testimonio a los demás, incluso a parientes más distantes, vecinos y amigos, la Iglesia a mayor escala y la sociedad en general. De acuerdo con el plan de Dios, la familia es la “escuela del amor” y una “iglesia doméstica” que ofrece testimonio de la relación íntima y amorosa que existe entre Dios y su pueblo.

“El sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el mero signo externo de un compromiso.” Esto es lo que distingue nuestra perspectiva del matrimonio de la idea seglar. Vemos el matrimonio como algo sagrado: “es un don para la santificación y la salvación de los esposos” y un signo sacramental de la relación entre Cristo y su Iglesia (#72).

La entrega mutua en el sacramento del matrimonio es lo que conecta a los esposos con el amor de Cristo. “La unión sexual, vivida de modo humano y santificada por el sacramento, es a su vez camino de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos” (#74). Sean cuales sean los desafíos que enfrentan los matrimonios y sus familias, la gracia del sacramento se hace presente para animarlos, brindarles apoyo y sustentarlos pese a sus imperfecciones y fallas.

La Iglesia no nos enseña que la gracia sacramental que reside en los esposos hace que de alguna forma sean perfectos ni inmunes al pecado. Es por ello que se exhorta a las familias que toman en serio su amor y su fidelidad, así como también el testimonio que dan al mundo, a que participen plenamente en la vida sacramental y comunal de la Iglesia. El viejo adagio de que “la familia que reza unida permanece unida” no debe considerarse como meras palabras ya que encierra una verdad fundamental. Mientras más lo practiquemos, más fuertes serán nuestras familias.

El papa Francisco concluye su capítulo sobre la vocación a la vida familiar reafirmando una vez más la santidad de toda la vida humana. “En este contexto, no puedo dejar de decir que, si la familia es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es engendrada y cuidada, constituye una contradicción lacerante que se convierta en el lugar donde la vida es negada y destrozada” (#83).

Que Dios bendiga a nuestras familias. ¡Que las mantenga tiernas, amorosas y protegidas de todo mal! †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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