August 21, 2015

Alégrense en el Señor

Nuestra respuesta ante la pobreza en Indiana

Archbishop Joseph W. Tobin

Durante la mayor parte del verano he venido escribiendo sobre la pobreza, utilizando como referencia la carta publicada recientemente por los obispos de Indiana, titulada Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana. Una cosa es escribir sobre la pobreza, pero hacer algo en la práctica para ayudar a aminorar el dolor y la denigración que provoca la pobreza, es algo muy distinto. La tarea de erradicar definitivamente la pobreza parece imposible; afortunadamente, creemos en milagros. Creemos que lo que resulta imposible en términos humanos, puede lograrse a través del poder de la gracia de Dios. Para explicarlo de forma sencilla, creemos que si nuestra fe, esperanza y amor fueran lo suficientemente sólidos, nadie tendría que vivir en la pobreza.

¿Qué podemos hacer para contribuir a mitigar la pobreza en Indiana? ¿Qué acciones podemos emprender que marcarán la diferencia en las vidas de nuestros compañeros hoosier que sufren los efectos inmediatos y a largo plazo de la pobreza?

En nuestra carta pastoral, definimos cuatro acciones básicas que creemos que marcarán la diferencia:
 

  • “Primero, como comunidad de fe, creemos en el poder de la oración. Confiamos en que el Padre Celestial nos escuchará clamar por nuestro “pan de cada día” y responderá. Sin embargo, la oración también supone escuchar atentamente lo que Dios nos dice. Si le pedimos ayuda a Dios para poder atender mejor las necesidades de los pobres, a quienes Él ama, ciertamente nos mostrará el camino.”
  • “Seguidamente, podemos trabajar para fortalecer a la familia. Comenzando por nuestras propias familias, nuestros cónyuges, hijos, nietos y demás familiares, podemos demostrarles que la familia es lo primero. Podemos esforzarnos por hacer a un lado las distracciones que promueve la cultura contemporánea, para pasar tiempo con la familia, apoyar y animar a aquellos a quienes más amamos en el mundo. Más allá de los límites de nuestras propias familias, podemos compartir nuestro tiempo y nuestros talentos con el prójimo: nuestros compañeros parroquianos e integrantes de nuestras comunidades. Podemos apoyar legislaciones y políticas públicas que estén a favor del matrimonio y de la familia. Podemos hacer lo que esté a nuestro alcance para elegir funcionarios públicos cuyas acciones realmente digan más que sus palabras en lo que respecta a la protección y el mejoramiento de la vida familiar.”
  • “Además, podemos proponer y defender la vitalidad económica y el acceso a educación y atención médica asequibles y de alta calidad. El empleo, la educación y la atención de salud son vías cruciales para aminorar los efectos a largo plazo de la pobreza en nuestro estado. Es en este sentido que nosotros, los obispos, exhortamos vehementemente a todas las personas, familias e instituciones católicas para que se pronuncien a favor de legislaciones integrales y justas, así como de políticas sociales en estas áreas fundamentales. Invitamos a todas las personas de buena voluntad a que se unan a nosotros para encontrar e implementar soluciones, tanto inmediatas como a largo plazo, para los problemas que enfrentan los pobres y vulnerables en nuestras comunidades.”
  • “Por último, todos podemos brindar nuestro apoyo a Catholic Charities y otras agencias de servicio social en nuestro estado, mediante la generosa administración de nuestro tiempo, talentos y tesoros. Como administradores de todos los dones que cada uno de nosotros ha recibido de Dios, se nos invita y se nos desafía a responder al Señor con enorme gratitud y generosidad.”

Sabemos que para Dios nada es imposible. También sabemos que estamos llamados a cooperar con la gracia de Dios para atender las necesidades de nuestros hermanos y hermanas pobres. Si deseamos ser discípulos de Jesucristo, atender a los pobres no es una tarea optativa.

Las palabras de nuestro Señor para sus discípulos—para ustedes y para mí—nos resultan severas:

“Porque tuve hambre, y no me disteis de comer, tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recibisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.” Entonces ellos también responderán, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o como forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?” El entonces les responderá, diciendo: “En verdad os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a mí lo hicisteis” (Mt 25: 41-46).

Y sin embargo, estas duras palabras, también encierran esperanza. El Señor nos dice que todo aquello que hagamos por nuestros hermanos y hermanas necesitados, también lo haremos por Él. Él está con nosotros. Si creemos en Él, nos mostrará el camino.

Elevemos juntos una plegaria para que la pobreza en Indiana termine. Haga todo lo que esté a su alcance para defender y atender las necesidades del segmento más vulnerable de nuestra sociedad. Y le ruego que apoye las obras de caridad de nuestras parroquias y de nuestras agencias de caridad católicas.

Todo lo que hagamos por nuestros hermanos y hermanas pobres, también lo hacemos por Jesús y por la salvación de nuestras almas. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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