July 31, 2015

Alégrense en el Señor

La educación de calidad es capaz de definir la vida de un niño

Archbishop Joseph W. Tobin

En mi columna anterior hablaba de que las buenas escuelas son la clave para romper el círculo vicioso de la pobreza. Si esto es cierto, ¿por qué tenemos dificultades para encontrar el talento, los recursos y el liderazgo necesarios para proporcionar a cada niño y adolescente del Estado de Indiana oportunidades excelentes, accesibles y económicas para aprender y crecer?

Existe una conexión vital entre una vida familiar estable y una educación de calidad. Durante la Gran Depresión, hubo muchos niños procedentes de familias relativamente estables y muchos de ellos recibieron una buena educación. En aquel entonces, al igual que ahora, los padres comprometidos y las familias fuertes marcan toda la diferencia.

Tal como lo expresamos en Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana:

“Una educación buena y balanceada que comience tan pronto como se pueda en la vida, establece una base para un futuro prometedor para los niños y fomenta la formación de ciudadanos productivos y familias sanas. Cada niño debe tener la oportunidad de desarrollar su máximo potencial y es responsabilidad de los padres, y de la comunidad en general, contribuir al crecimiento y al éxito de todos los niños.”

Especialmente en la economía globalizada de hoy en día, el grado de educación de una persona y su capacidad para adaptarse y ajustarse a las circunstancias cambiantes determina su capacidad para garantizarse un empleo en el futuro y su bienestar social.

Teniendo esto en cuenta, en Pobreza en la Encrucijada los obispos dedicamos nuestras diócesis, parroquias, escuelas y agencias de servicio social para colaborar con líderes del gobierno estatal y local, así como con líderes empresariales y cívicos, para alcanzar los objetivos que enumero a continuación. Permítanme ofrecer algunas reflexiones acerca de cada uno de ellos.

  • Fortalecimiento del matrimonio y de la vida familiar mediante el apoyo a la función que desempeñan los padres como los principales educadores de sus hijos (inclusive programas que permitan a los padres elegir escuelas para sus hijos y para que participen más efectivamente en la educación de sus hijos). Cuanto más podamos lograr que los padres participen directamente en la educación y en la formación de sus hijos, mayor será la probabilidad de romper el ciclo de la pobreza. Las familias estables brindan un entorno más favorable para el aprendizaje de los niños.
  • Exhortar al estado de Indiana para que dedique los recursos necesarios para brindar educación infantil temprana, especialmente en las poblaciones marginadas. No estamos pidiéndole a nadie que tan solo aporte su dinero para este o cualquier otro problema, pero nuestra experiencia demuestra que cuanto más temprano podamos incorporar a los niños en actividades de aprendizaje adecuadas a su edad, mayores serán sus probabilidades de tener éxito en el futuro. Esto requiere una inversión de recursos.
  • Reducir la segregación de facto o el aislamiento por raza, origen étnico o ingresos, para proporcionar a todos los alumnos la oportunidad de aprender junto con y de sus compañeros procedentes de distintos entornos sociales y económicos. Una genuina diversidad con la oportunidad intrínseca que eso conlleva para aprender unos de otros, ayuda a que los alumnos de distintas procedencias aprendan y crezcan. El aislamiento no es la solución.
  • Encontrar las «mejores prácticas» y las políticas más eficaces para enseñar y aprender, lo que comprende la cantidad de alumnos por salón, la duración de la jornada escolar, la cantidad de días escolares por año, tutoría y orientación. La ciencia de la educación, inclusive el uso adecuado de tecnología y la orientación personal, son elementos cruciales para que el proceso de aprendizaje tenga éxito.
  • Atraer, conservar y premiar a maestros y directores que coloquen en primer lugar la educación de los niños y que posean la formación necesaria para atender las necesidades de los niños procedentes de hogares que enfrenten dificultades económicas y/o se encuentren en situación de desventaja social. Estamos orgullosos de nuestros maestros de escuela católicos quienes demuestran día a día la importancia de una enseñanza excelente. Debemos animar a más jóvenes talentosos para que se conviertan en maestros excelentes.

Una vez más, las familias fuertes y las buenas escuelas hacen posible que las personas rompan el ciclo de la pobreza. Como sociedad y como comunidad de fe, nuestra responsabilidad es contribuir a que las familias tengan a su disposición una educación excelente. Los gobiernos locales, estatales y nacionales deberían desempeñar una función de respaldo en este sentido, pero las investigaciones demuestran que la participación de los padres y de las comunidades locales en el funcionamiento de las escuelas individuales y de sus sistemas escolares marca toda la diferencia para lograr y mantener la excelencia. Las burocracias no administran escuelas ni eficaz ni eficientemente. Las familias, apoyadas por vecinos y parroquianos, sí.

El evangelio hace énfasis en que en el corazón de Dios existe un lugar especial para los pobres, tanto así que “se hizo pobre” (2 Cor 8:9). Jesús reconoció el sufrimiento de los pobres y rebosaba de compasión para con ellos. Jamás pasó por alto a los pobres ni se comportó como si no le importaran.

Tal como lo expresamos en nuestra carta pastoral: “El llamado a la acción exige, con razón, una respuesta organizada y sistemática a los problemas que plantea la pobreza en Indiana.” Trabajemos con todas las personas de buena voluntad para realizar las inversiones necesarias para fortalecer la vida familiar y garantizar escuelas excelentes. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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