April 3. 2015

Alégrense en el Señor

El triduo pascual nos acerca al Señor al compartir su pasión, muerte y resurrección

Archbishop Joseph W. TobinDurante las últimas seis semanas he estado ofreciendo mis reflexiones sobre el tiempo de la Cuaresma, valiéndome de las imágenes y las experiencias que mis compañeros de peregrinación y yo vimos y vivimos en Tierra Santa, antes del inicio de la Cuaresma. Además, he estado ponderando sobre algunas de las ideas que presentó el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de 2015.

Hemos llegado al final de nuestro viaje cuaresmal, el triduo pascual.

Cada año, la Iglesia nos brinda la oportunidad de compartir la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo a través de la celebración de las liturgias del Jueves y Viernes Santo, así como la Pascua. Tal como nos lo recuerda el papa Francisco, este es un “tiempo de gracia” para nosotros, una época para acercarnos más a Dios y al prójimo, y vivir con recogimiento la intensa temporada de los últimos días de Cristo en la tierra.

¿Cómo podemos mostrarnos indiferentes ante su sufrimiento y muerte si participamos en la Última Cena? ¿Cómo, si compartimos su agonía en el jardín, si lo vimos sufrir los azotes, las burlas y la coronación de espinas, si presenciamos su condena a manos de una autoridad religiosa y política, si hablamos con él durante el camino al Calvario, si nos paramos frente al Cristo crucificado y le escuchamos pronunciar sus últimas palabras y si ayudamos a su madre y sus fieles amigos a colocarlo en el sepulcro? ¿Cómo podemos abandonarlo, como lo hicieron Pedro y la mayoría de los otros, si sabemos que resucitará al tercer día?

La finalidad del triduo pascual es servir como una experiencia litúrgica que abarca desde el profundo dolor hasta la alegría intensa. ¿Por qué nos sometemos a esto cada año? ¿Por qué revivir experiencias que fueron extremadamente dolorosas, e incluso vergonzosas, para todos los involucrados? ¿Por qué recrear la falta de lealtad de los discípulos y el hecho de que no comprendían que Jesús debía levantarse de entre los muertos (Jn 20:1–9)?

El Papa Francisco dice que hacemos estas cosas para despojarnos de nuestra indiferencia ante el prójimo y ante Dios. Observamos la disciplina de la Cuaresma y celebramos los grandes misterios del triduo Pascual para “retar a nuestra conciencia.” Tal como lo expresa el Papa, necesitamos este tiempo de renovación interior y de renacimiento “no sea que nos volvamos indiferentes y nos retraigamos en nuestro interior.”

En el último día completo de nuestra peregrinación a Tierra Santa, mis compañeros de peregrinación y yo tuvimos el privilegio de celebrar la misa en la Basílica del Santo Sepulcro, en el lugar donde encontraron el sepulcro vacío. Nos reunimos allí a las 5:30 de la mañana con el único objetivo de celebrar la resurrección de Cristo en el propio lugar donde la tradición nos dice que ocurrió. El Evangelio según San Juan indica que el sepulcro donde yacía Jesús se encontraba en un jardín, muy cerca del Calvario (Gólgota) donde fue crucificado. En la Basílica del Santo Sepulcro, las capillas que conmemoran estos dos lugares sagrados están, efectivamente, muy cerca; de hecho, el sepulcro se encuentra a tan solo unos pocos y empinados pasos del Calvario, del otro lado de la planta principal de la Basílica, en un espacio que se construyó sobre la cueva que formó el lugar de sepultura de José de Arimatea, donde yació el cuerpo sin vida de Jesús.

En la pequeña capilla no cabía el grupo conformado por 51 de nosotros, de modo que la mitad entró para la primera parte de la liturgia, mientras el resto participó desde afuera. Entonces, hicimos una pausa, y el primer grupo cambió lugar con el segundo.

No puedo hablar en nombre de mis compañeros de peregrinación, pero para mí, la experiencia fue sobrecogedora. La proximidad que sentí con Jesús fue tan intensa que resulta indescriptible. Aquí, en este mismo lugar, se levantó de entre los muertos; aquí, redimió mis pecados—y los pecados del mundo—y conquistó la muerte de una vez por todas. Aquí, triunfó por encima del mal que incluso hoy en día nos parece insuperable; aquí, ¡el amor salió victorioso de una vez por todas!

A medida que nos adentramos en el triduo pascual de este año, abramos nuestros corazones a la presencia de Dios que se manifiesta de muchas formas: en la Eucaristía, en la adoración de la Santísima Cruz y en la entonación del “Exultet” y del Gloria durante la Vigilia Pascual. En estos días la Iglesia nos hace un obsequio maravilloso ya que podemos caminar junto a Jesús, acercarnos más a él y al prójimo, mientras observamos este maravilloso memorial de nuestra fe. Que nuestra celebración del triduo pascual nos ayude a deshacernos de nuestra indiferencia y a unirnos a Cristo y al prójimo.

Resurrexit sicut dixit! ¡Cristo resucitó como dijo que haría! Este es el día que hizo el Señor. ¡Alegrémonos y contentémonos! †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

Local site Links: