April 24, 2009

Buscando la Cara del Señor

Responder a los dones de Dios nos ayuda a llevar vidas más santas

La próxima semana celebramos la festividad de San José Obrero.

Junto con María, José tuvo el privilegio de ser el padre de Jesús durante los primeros años de su vida.

Es el patrono de la gente común que trata de obtener la santidad en el mundo del trabajo cotidiano.

Con San José como nuestro patrono, les ofrezco cuatro consideraciones sencillas sobre cómo vivir el llamado a la santidad y encomendar su confianza a Dios en el trabajo, en el hogar y en todas partes.

Primero, establezca una conexión entre su trabajo durante la semana y el domingo. La diligencia en el trabajo es una labor positiva. El ejercicio de la ética resulta una buena práctica laboral. Trabajar es una forma de corresponder a los dones de Dios con los talentos que Él le ha dado. Si se encuentra incapacitado debido a una enfermedad, véalo como una obra de santidad. Tomar conciencia intencional sobre la mayordomía del trabajo es una de las principales formas para convertirse en santo.

Presente el trabajo de la semana y los frutos de su labor como ofrendas espirituales para el Señor en la Misa dominical. La conexión con la Eucaristía del domingo integra su administración cristiana del tiempo, los talentos y el acervo, con la ofrenda de la Eucaristía.

El trabajo es una ofrenda de mayordomía en la Misa del domingo. Su aporte en la colecta dominical es una contribución exterior del fruto de su mayordomía diaria en el trabajo. La semana laboral y el domingo están vinculados.

Segundo, intente buscar el equilibrio adecuado entre “amor familiar” y “riqueza familiar.” Su trabajo o su profesión es, por supuesto, un medio importante para ejercer su responsabilidad de proveer para su familia; o, si es soltero, es una forma de ejercer su responsabilidad para con el bienestar de la comunidad local de parientes y amigos.

Bajo la presión de ser trabajadores productivos resulta difícil encontrar el equilibrio adecuado. En el mundo de los negocios la competencia en un mercado libre representa una presión constante. Invito a los esposos a que oren por el discernimiento para tomar buenas decisiones en relación a cuánto tiempo debe dedicarse al trabajo a fin de proveer para la familia, y cuánto tiempo y energía deben invertirse con la familia.

De algún modo, la prioridad del amor familiar con respecto a la riqueza familiar debe vivirse de manera práctica. No resulta fácil en un ambiente de valores culturales seglares que pujan por la riqueza material.

Tercero, intente practicar la presencia de Dios en su vida laboral cotidiana. Un santo de nuestra era, San Josemaría Escrivá de Balaguer, fue un gran partidario de la santidad de los laicos. Hacía énfasis en la noción de lo que llamaba “practicar la presencia de Dios.”

Mediante esta práctica trataba de que se tomara conciencia de la presencia de Dios en el trabajo diario, ya fuera en el hogar o fuera de él. Crea y sea consciente de que Dios le acompaña todo el día.

Esto lo hacemos mediante una corta oración mental, tal como “Señor, ayúdame”; “Señor, gracias por tu ayuda en este tramo difícil o en medio del tedio de las labores domésticas”, o “Espíritu Santo, guíame en la próxima reunión, entrevista o venta.”

Recuerde que recibió el don del Espíritu Santo en el sacramento de la confirmación. Al pasar por una iglesia católica, reconozca la presencia de Jesús en el Sagrario; algunas personas se persignan al pasar.

El ejercicio de la presencia de Dios durante el día será aún más significativo si comenzamos con una ofrenda matutina: una pequeña oración para colocar el día en las manos de Dios. Resulta provechoso dedicar unos minutos a la hora de dormir para reflexionar acerca de las bendiciones de Dios durante ese día, y también considerar si hemos actuado como si Dios no existiera.

Al final, no existe un recurso más grande del don de Dios en nuestras vidas que la Eucaristía dominical, o mejor aún, asistir a la Misa también durante la semana. Si desea unos minutos de refugio y solaz, deténgase y visite una iglesia parroquial cercana o una capilla de adoración.

Cuarto, trate de no pasar por alto a las personas necesitadas que le rodean. La enseñanza de Jesús en la parábola de Lázaro y el hombre rico no es que sea malo tener riquezas. Nos enseñó que no está bien ignorar las necesidades de la gente que nos rodea: necesidades materiales, espirituales y morales, quizás en nuestro propio hogar.

Lo triste acerca del hombre de la parábola era que incluso sabía quién era Lázaro, no sólo que se encontraba en grandes aprietos. Pero lo ignoró por completo.

Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de practicar la caridad con el prójimo. Nuestra responsabilidad se mide mediante las bendiciones que tenemos.

Estas son ideas sencillas para conectar nuestra mayordomía cristiana en el trabajo, en el hogar y en la iglesia.

La espiritualidad cristiana no tiene que ser complicada, pero debe ser intencional. †

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