April 20, 2007

Buscando la Cara del Señor

Edificamos nuestra confianza en Dios por medio de la oración devota

Cada año, mientras impongo el sacramento de la confirmación, elijo un tema de oración que parezca oportuno para nuestros candidatos. Este año me he concentrado en nuestra necesidad de edificar nuestra confianza en Dios.

Construir la confianza en Dios es una tarea de amor que toma toda la vida, a medida que crecemos en la vida espiritual. Nuestra cultura no hace virtualmente nada para animarnos a reconocer nuestro amor y nuestra necesidad de Dios.

El pasado octubre el Papa Benedicto XVI declaró a la Madre Theodore Guérin, fundadora de las Hermanas de la Providencia de Santa María de los Bosques aquí en nuestra arquidiócesis, como santa canonizada de la Iglesia Universal.

Dios nos ama tanto que nos concedió una santa propia, en nuestra pequeña parte del mundo. Santa Theodora tenía una profunda confianza en la providencia divina. Vivió un amor enteramente dedicado a Cristo.

La Madre Theodore es un ejemplo santo cercano a nosotros que nos demuestra que nada en este mundo debería importar más que construir nuestra confianza en Dios. Los dones del Espíritu Santo que recibimos en el sacramento de la confirmación nos ayudan a lograr este objetivo, del mismo modo que facultaron a Santa Theodore.

Pero, ¿qué parte nos corresponde? ¿Cómo construimos la confianza en Dios? Esta semana les ofrezco algunos pensamientos sencillos sobre cómo construir nuestra confianza en Dios.

Como muchos ya saben, con frecuencia evoco el recordatorio de nuestro difunto Papa Juan Pablo II de que, al igual que en la época de Jesús, cuando algunos griegos se acercaron a Felipe y los discípulos y les dijeron: “Queremos ver a Jesús,” así también en nuestros días la gente quiere ver a Jesús.

La gente no quiere simplemente que hablemos de Jesús. Quieren ver al Jesús compasivo. El Papa dijo que, si vamos a mostrar el rostro de Jesús al mundo, debemos contemplar el rostro de Jesús en el Evangelio y en la oración. Esto fue lo que hizo Santa Theodora.

Otra mujer santa de nuestra época, la Beata Teresa de Calcuta, dijo: “Dudo que exista alguien que necesite más la ayuda y la gracia de Dios que yo. En ocasiones me siento muy indefensa y débil. Creo que por eso es que Dios me usa. Porque no puedo valerme de mi propia fuerza es que me apoyo en Él las 24 horas del día. Todos debemos aferrarnos a Dios por medio de la oración. Mi secreto es muy sencillo: Rezo. Entiendo que rezarle a Cristo, es amarlo.”

Nos dijo que debemos hallar un momento para acallar nuestra mente. “En el silencio Dios nos escucha; en el silencio Él le habla a nuestras almas. En el silencio del corazón, Dios nos hablará.”

Debemos dedicar tiempo a rezar, independientemente de todas las cosas que tengamos que hacer.

En su primera carta dirigida a la Iglesia, “Deus Caritas Est” (“Dios es amor”), el Papa Benedicto nos recordó que la gente que reza no pierde su tiempo. Nos recordó que debemos rezar para poder contrarrestar la tendencia contemporánea al activismo.

Los ejemplos de Santa Theodora y de la Beata Teresa de Calcuta nos demuestran que el tiempo dedicado a Dios en la oración nos lleva a querer amar y servir a nuestro prójimo.

El Papa Benedicto hace referencia a una carta de la Cuaresma de 1996 que la Beata Teresa le escribió a sus compañeros de trabajo laicos: “Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. Y ¿cómo podemos conseguirla? Por la oración” (cf. Deus Caritas Est,#36).

A veces, cuando rezamos, tal vez dudemos de la bondad de Dios. El Papa Benedicto dice: “A veces no entendemos por qué Dios no intercede [en nuestro sufrimiento].” Dice que es en ese momento cuando debemos exclamar, “como Jesús en la Cruz: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’ ”[Mt 27:46]. Nos dice: “En efecto, los cristianos siguen creyendo, a pesar de todas las incomprensiones y confusiones del mundo que les rodea, en la ‘bondad de Dios y su amor al hombre’ ” (Ti 3:4) (cf. Ibid.,#38).

Santa Theodora sufrió enormemente como misionera aquí en Indiana. La oración la sostuvo.

El Espíritu Santo es quien hace algo bueno con nuestras oraciones, no nosotros. Nuestra parte es simplemente hacerlo. Ayudados por el Espíritu Santo podemos rezar y hacernos fuertes en la confianza a Dios.

Nuestras oraciones no tienen que ser complicadas. El santo sacerdote San John Vianney, Curé d’Ars, nos habló sobre un hombre mayor que visitaba la iglesia parroquial de Ars todos los días, lloviera, tronara o relampagueara.

Un día, el Curé le preguntó: “Usted viene aquí todos los días. ¿Qué le sucede?

El hombre le respondió: “Nada”. Veo a Jesús. Él me mira a mí. Nos queremos.”

Al igual que Santa Theodora y la Beata Teresa, por medio de la oración devota construimos nuestra confianza en Dios. Necesitamos a Dios. Hay muchas cosas en la vida de las que no podemos estar seguros, pero podemos contar con esto: Dios no nos fallará.

El sufrimiento, muerte y resurrección de su Hijo constituyen una garantía más que adecuada. †

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