May 26, 2006

Seeking the Face of the Lord

La reflexión sobre la esencia del amor nos acerca al dinamismo de la fe bíblica

En su encíclica “Dios es amor,” el Santo Padre escribió que la purificación y el crecimiento en la madurez evitan que el eros se someta meramente al instinto.

Ambos lo purifican y le devuelven su grandeza. Esto se debe a que somos seres compuestos de cuerpo y alma. Somos verdaderamente nosotros mismos cuando cuerpo y alma se encuentran íntimamente vinculados.

El Papa expresó que el reto del eros puede superarse realmente cuando se logra esta unidad. “Pero ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma.” Únicamente cuando ambas dimensiones se fusionan podemos ser plenamente nosotros mismos. Así, el eros puede madurar hasta su verdadera grandeza.

Hoy en día con frecuencia se critica al cristianismo del pasado por haberse opuesto al cuerpo. El Papa admitió que siempre han existido este tipo de tendencias. “Pero el modo de exaltar el cuerpo que hoy constatamos resulta engañoso. El eros, degradado a puro ‘sexo’, se convierte en mercancía, en simple ‘objeto.’ ”

Indicó que el erotismo en el sentido contemporáneo dicta que a la persona humana se le utilice y se le explote a voluntad. Se trata de la degradación del cuerpo humano relegado meramente a su esfera biológica. Nuestro entendimiento cristiano del cuerpo humano lo ve como una unidad dual en la cual espíritu y materia se compenetran recíprocamente adquiriendo ambos una nueva nobleza.

¿Cómo se debe vivir el amor para que se realice plenamente su promesa humana y divina? En una reflexión sobre el amor tal y como aparece en el libro del Antiguo Testamente, El Cantar de los Cantares, y el uso del vocablo hebreo que se traduce en griego como agapé, el Papa expresó que podemos descubrir una experiencia de amor que involucra un verdadero descubrimiento de la otra persona, yendo más allá del carácter egoísta que predominaba en el concepto antiguo del amor.

El amor se traduce en preocuparse y ocuparse del otro. “Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado.” En el sentido bíblico, el amor incluso está dispuesto al sacrificio por el amado.

La purificación del amor significa que busca amar “sólo esta persona” y le da un sentido de “para siempre.”

El amor purificado tiende a la eternidad. Ciertamente es “éxtasis,” como el salir de un encierro interior hacia la liberación en la entrega que conlleva a un auténtico reencuentro consigo mismo y al descubrimiento de Dios: “El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará” (Lk 17:33)

El Santo Padre escribió: “Con estas palabras, Jesús describe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva a la resurrección: el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando así fruto abundante. Describe también, partiendo de su sacrificio personal y del amor que en éste llega a su plenitud, la esencia del amor y de la existencia humana en general.”

El Santo Padre indicó que esta reflexión filosófica bastante complicada sobre la esencia del amor realmente nos conlleva al dinamismo de la fe bíblica.

En respuesta a la cuestión inicial de si bajo los dos significados del vocablo “amor” subyace alguna unidad profunda o si están verdaderamente desconectados, y en respuesta a la pregunta de si la Biblia y la tradición cristiana los considera como completamente separados, la respuesta es que realmente no se les puede separar por completo. Fundamentalmente el amor es una realidad única pero con distintas dimensiones.

La novedad de la fe bíblica se demuestra por medio de dos elementos: la imagen de Dios y la imagen del hombre. La Biblia nos dice que Dios es el Creador de todo, es decir, no existen otros dioses y nos dice que Dios nos ama. Él quiere a su creación. Nos ama con un amor personal. Él escoge libremente amarnos.

El amor de Dios puede llamarse eros y también es agapé. En el Antiguo Testamento con respecto a la relación de Dios con Israel se emplean metáforas de esponsales y matrimonio; y la idolatría se entiende como adulterio y prostitución. Otra faceta verdaderamente importante del amor de Dios es que Su amor es agapé no solamente porque se entrega libremente sino también porque es un amor que perdona.

Existe un segundo elemento nuevo de la fe bíblica. En la Creación, Adán estaba incompleto. Era un buscador que “abandona a su padre y a su madre” para encontrar a la mujer; solamente estando juntos ambos representan la humanidad completa y se vuelven “una sola carne.”

Eros conduce al hombre al matrimonio, hacia un vínculo que es único. La Biblia sugiere que siguiendo la imagen de un Dios monoteísta, existe el matrimonio monógamo.

El matrimonio basado en amor exclusivo y definitivo se transforma en el símbolo de la relación entre Dios y su pueblo. †

 

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