August 19, 2005

Seeking the Face of the Lord

La simplicidad y la oración fueron el sello característico de la vida del obispo Bruté

El obispo Benedict Joseph Flaget de Bardstown dijo: “Un misionario americano deberá ser capaz de vivir sin nada y cocinarse para sí mismo.”

Cuando el padre Simon Bruté llegó a América como profesor de seminario y misionario a Mount St. Mary en Emmitsburg, MD, tenía derecho a un sueldo de $50 por año, que raramente cobró ya que deseaba vivir una vida simple. En ocasiones, entregaba la poca ropa que poseía a los pobres. Una vez le entregó su abrigo a un mendigo. Tomaba prestada de los seminaristas ropa que no le servía. Las pequeñas cantidades de dinero que recibía de su madre o su hermano no se las quedaba para sí. Para ahorrar dinero caminaba a Baltimore en lugar de tomar un carruaje. En 1839 cuando murió como obispo de Vincennes, se le enterró con ropa prestada.

Debido a su sencillez y a pesar de ser un sacerdote francés muy educado, al obispo Simon Bruté se le llamaba “el poder silente” de la Iglesia en sus inicios en Estados Unidos. Se le honraba con esas palabras debido a su visión misionaria y el amor por la Iglesia; se le respetaba por su prudencia y se le admiraba por su santidad.

Con los ojos de la fe, era un hombre de esperanza. Tengamos en cuenta que cuando comenzó como obispo en Indiana y parte de Illinois, incluyendo Chicago, tenía tres sacerdotes para que le ayudaran en circunstancias verdaderamente difíciles. Sin embargo, le escribió a un obispo amigo: “Por lo general mis problemas se encuentran más en la superficie y hay paz en las profundidades de mi corazón donde habita un abandono puro y simple, únicamente para Dios.” El deseo inquieto por las misiones en India desapareció con su llegada a Indiana.

El espíritu de esperanza del obispo Bruté en el bosque y su capacidad para entregarse a la voluntad de Dios tenían sus raíces en la profundidad espiritual de la oración. Había sido la guía espiritual de Santa Elizabez Ann Seton por muchos años. Una vez le escribió: “Reza, reza, reza constantemente por la Iglesia, especialmente en América y por esta diócesis.” Cuando se le nombró obispo de Vincennes, le escribió a la Madre Rose White, la superiora que sucedió a la Madre Seton: “Reza, reza por Simon.” Su exhortación a la oración reverbera por años.

Ningún ministerio pastoral era demasiado difícil. Una amarga noche de invierno, llamaron al obispo Bruté para que asistiera a un hombre moribundo que vivía a varias millas de Vincennes. Después de caminar una distancia corta por las nieves profundas, su guía comenzó a quejarse y luego se resistió a proseguir porque sus pies estaban helados. El obispo Bruté, quien iba rezando el Rosario, le dijo al hombre: “Camina sobre mis pasos”. Y eso hizo el hombre y todo salió bien.

“Sigue los pasos del obispo Bruté” continúa siendo una invitación convincente en esos momentos en los que se nos llama a andar con dificultad por las nieves profundas en lo que parece ser una noche oscura.

Antes de convertirse en nuestro primer obispo, el padre Bruté era conocido como profesor de seminario en Mount St. Mary en Emmitsburg, MD, y como rector de la Universidad de St. Mary en Baltimore. La historia registra su tremenda preocupación por brindar una enseñanza efectiva y por la integridad de la fe católica en un ambiente incipiente en el cual la Iglesia estaba hallando su camino. Los primeros obispos de la iglesia en América apreciaron su preocupación y su experiencia teológica. Él era su teólogo preeminente. La preocupación por conservar la pureza de la doctrina de nuestra fe es una herencia valiosa de nuestro obispo fundador.

El obispo Bruté se desplazó a pie en las nieves profundas para llevar el amor y la misericordia de Dios a un hombre moribundo. Durante toda su vida era solicitado como guía espiritual y confesor. Su testimonio, a pesar de que la tuberculosis lo estaba consumiendo, nos inspira a anhelar los sacramentos y la santidad, sea ésta cómoda o no.

Cuando el obispo Bruté murió, uno de sus sacerdotes escribió: “El obispo Bruté nos dio el mayor ejemplo de afecto de hermano. Cuando estaba con nosotros no nos sentíamos cansados; nada nos resultaba difícil y casi no nos dábamos cuenta de que éramos pobres, a pesar de que estábamos privados de casi todo lo indispensable en la vida.”

Es gracias a la esencia de ser miembros del Cuerpo de Cristo que, como el obispo Bruté, podemos estar juntos “de modo tal que nada parezca difícil y la sensación de cansancio se desvanezca.”

El obispo Bruté se sentía humilde cada vez que presidía la misa. A pesar de su brillantez y educación, fue incapaz de dominar el idioma inglés. Era difícil entenderle y se sentía avergonzado debido a que en las circunstancias primitivas de su época, había perdido todos los dientes. Sin embargo, podemos observar su vida sacerdotal y ver la obra de Dios. Nuestro obispo fundador siguió adelante con fe y esperanza. Qué agradecimos estamos como beneficiarios del resto de la historia.

(La próxima semana: La iglesia católica en Indiana crece rápidamente bajo la guía del obispo Simon Bruté.)

 

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